miércoles, 9 de mayo de 2012

Una miseria.

El ostracismo era una condena de destierro que los antiguos griegos aplicaban a las personas que no eran gratas a la sociedad. Actualmente el término se utiliza para referirse a las personas ignoradas por su propio entorno.
Un día más no queda más remedio que escribir desde la indignación. Un vocal del poder judicial acusa al presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo (sí, ese que condenó a Garzón) de cargar viajes privados al presupuesto del organismo.
Al parecer la cantidad de que se trata se aproxima a 6.000€, cantidad que el presidente, Carlos Dívar, dijo que era una miseria. Y claro que es una miseria comparado con las retribuciones de su cargo que superan los 130.000€ anuales.
Pero lo que sí es miserable es que este individuo cargue al presupuesto gastos particulares por unos miserables 6.000€ que es poco menos que el salario mínimo.
Lo que sí es miserable es que este individuo cargue al presupuesto gastos particulares por unos miserables 6.000€ que supera el importe anual de muchas pensiones.
Lo que sí es miserable es que este individuo cargue al presupuesto gastos particulares por unos miserables 6.000€ que supera el importe anual de muchas rentas de reinserción.
Lo que sí es miserable es que este individuo cargue al presupuesto gastos particulares por unos miserables 6.000€ que supera el importe anual de una beca universitaria.
Lo que sí es miserable es que este individuo cargue al presupuesto gastos particulares por unos miserables 6.000€ que supera el importe anual del copago en los medicamentos de más de 62 pensionistas.
Alguien podrá pensar que es una osadía por mi parte hacer esta acusación tan directa. Y es posible que si tan importante personaje me leyese, me acusase ante los tribunales y, en un juicio tan justo como el de Garzón, me condenasen. Pero no tengo miedo.
Estoy seguro de que en ese caso mis conciudadanos a él lo condenarían al ostracismo.

Rafa Castillo.

1 comentario:

  1. Lo que sí es importante es que por primera vez, en un órgano tan corporativista, como en muchos otros, se denuncie, lo que como se suele decir en lenguaje coloquial, "clama al cielo" y mientras haya estos impresentables tenemos que confiar en quien no tiene reparos en decir lo que está pasando.

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