miércoles, 29 de marzo de 2023

Patriotas Vs. patrioteros.

 

Son ya 6 las mociones de censura en España desde la aprobación de la Constitución. Y seguí con interés todas ellas pero especialmente la primera y la última.

La primera, allá por el año 80 del PSOE contra el gobierno de la UCD presidido por Adolfo Suárez. Además de la novedad tenía interés por ver la presentación, por primera vez, de un programa de gobierno de izquierda, una brillante intervención de Felipe González, entonces un auténtico líder progresista, por más que ahora haya degenerado. Y esta moción dio paso a unas elecciones en las que el PSOE obtuvo 201 escaños.


Y junto a él todo un ramillete de grandes parlamentarios como el propio Suárez, Alfonso Guerra, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Jordi Puyol, Rojas Marcos, Xabier Arzalluz, Francisco Letamendía, Herribert Barrera, Juan María Brandrés, entre otros. Y también estaba por ahí un tal Tamames.

Esta moción actual me pareció interesante. Incluso cogí dos días libres para no perder ningún detalle. Me parecía curioso ver a los fascistas utilizar una institución democrática como es la moción de censura. Ver a los de VOX aplaudir a un excomunista. Ver al excomunista defender y justificar el franquismo. Y ver a Feijoo hacerse el sueco en la embajada sueca. Y no me defraudó. Porque además sirve para poner a cada uno en su sitio.

Lo primero hay que diferenciar claramente lo que es un patriota de lo que es un patriotero. Estos últimos se autodefinen como constitucionalistas, pero se quedan sólo con algunos artículos de nuestra Constitución. La bandera (cuanto más grande mejor), el himno, la lengua, la monarquía, la unidad de España,,, que está muy bien todo eso, pero que es superficial. Olvidan que el mismo artículo 2 que establece la unidad de la nación española, sólo con una coma en medio (es decir, en la misma oración compuesta) dice que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.

Olvidan que el artículo 3, después de declarar la oficialidad del castellano, proclama que las demás lenguas españolas (tan españolas como el castellano) serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. Y establece que esa diversidad constituye un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.

Olvidan que el artículo 4, tras definir la bandera de España, señala que los Estatutos podrán reconocer banderas y enseñas propias de las Comunidades Autónomas y que estas se utilizarán junto a la bandera de España en sus edificios públicos y en sus actos oficiales.

Olvidan, cuando hablan de vestir con decoro en las Cortes, (sin duda Abascal prefiere la estética de Al Capone, Mario Conde o Hitler a la de Jesucristo), que el artículo 18.1 garantiza el derecho a la propia imagen. Tal vez sea que el ínclito prócer no sepa entender tan complicada frase.

Y olvidan, en definitiva, que el artículo 66 dice que las Cortes Generales representan al pueblo español, pueblo en el que según el artículo 1.2 reside la soberanía nacional.

Y estas, nuestras derechas extremas, no respetan los parlamentos y por tanto tampoco respetan la soberanía nacional ni el pueblo español. Veamos algunos ejemplos.

Ya hace años, el entonces presidente de la Xunta de Galicia, Fraga Iribarne, dijo en una ocasión que prefería estar probando quesos en una feria que soportar las tonterías de los diputados en el Parlamento de Galicia.

Y estos días vimos como Mañueco, en las Cortes de Castilla y León, después de la descortesía de ponerse de espaldas a la procuradora interviniente hablando con otro, al ser recriminado por aquella le respondió, en sede parlamentaria, con una “respetuosa” peineta.

Decíamos antes que la moción de censura es una importante institución democrática. El expresidente M. Rajoy le mostró su respeto delegando su presencia en el bolso de  Soraya Sáenz de Santamaría mientras el ahogaba sus penas con unas (¿abundantes?) copas en un restaurante próximo.


En la moción de censura actual, Feijoo mostro su respeto con su inexplicable ausencia mientras Tamames mostraba su enojo porque los representantes de la ciudadanía expresasen sus opiniones, y declinando, algo inaudito, a dar replica a dichos parlamentarios. El supuesto viejo profesor (que añoranza de alguien como Tierno Galván) que reprochaba el tono alto de Baldoví o Patxi López recordándole que aquello era un parlamento, olvidaba que el parlamentarismo es diálogo entre varias partes. Tal vez el pretendido intelectual pretendía llegar, dar su discurso sin replica, como hacía Franco en “sus” cortes, y ser aclamado caudillo de la patria.

Definitivamente es en el Parlamento donde se retratan las derechas.

Rafa Castillo.