Días de reflexión.
Se reserva la víspera de las elecciones como día para reflexionar sin la presión de la campaña electoral. Pero estas elecciones son sin duda tan transcendentales como las de 1977 que dieron lugar a unas Cortes Constituyentes y definieron por tanto el modelo de Estado y sistema político y de libertades que hoy tenemos.
La alternancia política, o al menos su posibilidad, es fundamental para la salud del sistema y de la sociedad. E incluso para el partido desalojado del poder, cuyo paso a la oposición le acerca a la calle y le permite retomar el camino para continuar su avance.
Pero no es eso lo que debemos tener en cuenta ante el 20-N. Nos jugamos, no un pequeño paso adelante o hacia atrás en determinadas políticas sociales. Nos jugamos un cambio de modelo de sociedad, más egoísta o más solidaria, más de mercado o más social. Nos jugamos la propia existencia del Estado de bienestar.
Por eso hoy, antes del fin de la campaña, tenemos que comenzar la reflexión ya y no dejarla hasta el momento del voto. De ahora al domingo tienen que ser todos, con o sin campaña días de reflexión. Y teniendo claro que la reflexión no se hace con las vísceras, ni el corazón ni la bilis, se hace con el cerebro.
Deberíamos por lo tanto olvidar frustraciones, desengaños o resentimientos. Y pensar que es lo mejor para el futuro. Que futuro queremos en este momento convulso. Arrepentirnos el día 21 no solucionará nada. Las protestas, huelgas y manifestaciones de después no serán más que simples escaramuzas, que ganaremos o perderemos, pero que no maquillarán la derrota del día 20.
¿Hemos pensado que en unos meses la mayoría de los ayuntamientos estarán gobernados por la derecha y todas las comunidades autónomas, si no lo remediamos también?
¿Hemos pensado que después del día 20 todos los gobiernos de la Unión Europea serán también de derecha si no lo remediamos?
¿Alguien cree que los mercados son de izquierda? Pues pensemos que futuro saldrá de este caldo de cultivo.
¿Creemos que los gobiernos solo gobiernan la economía? ¿Tendremos la misma ley de divorcio con el PP que con el PSOE? ¿Se mantendrán los derechos logrados por gays, lesbianas, bi y transexuales?
¿Seguirá o no la actual ley del aborto? ¿Preferimos que una chica de 17 años, hija de padres intransigentes (que los hay) aborte legalmente en un establecimiento público, de calidad y gratuito sin permiso, o que lo haga en uno privado, de pago, sin garantías y también sin permiso?
¿Seguiremos teniendo el mismo acceso a la píldora “del día después”? ¿Habrá las mismas condiciones para la investigación científica en el campo de la salud, como por ejemplo en lo de las células madre?
¿Será lo mismo que gobierne quien a lo mejor tiene que ralentizar el crecimiento de las ayudas a la dependencia que quien la considera un invento socialista para derrochar dinero?
¿Diferenciamos entre quien ve la salud como una oportunidad de negocio (copago, gestión privada, apoyo a la privada) y quien la ve como un derecho universal de todos los ciudadanos?
¿Nos da igual que gobierne quien considera la educación un gasto para el estado o quien la vea como una inversión en la sociedad del futuro? ¿Quién la ve como un factor más del mercado (apoyo a la privada o al copago) o quien la ve como el elemento máximo de igualación de posibilidades en una sociedad muy desigual?
¿Es igual proponer aulas separadas para varones y mujeres que querer mantenerlas compartidas? ¿Es lo mismo quien hoy propone enseñanza separada para élites intelectuales y no a mucho tardar élites sociales o económicas que quien quiere mantener la integración de alumnos?
¿Contribuye lo mismo a la integración del país quien propone aulas separadas para quien quiera estudiar en castellano o en otro idioma cooficial convirtiendo a esas comunidades en bi-idiomáticas que quien propone enseñanza integrada de ambas lenguas para constituir una sociedad bilingüe?
¿Distinguimos entre quien ve las pensiones de jubilación un problema de gasto y por tanto defiende sistemas mixtos con más desgravaciones a los planes de pensión privados, y quien las ve como una obligación en justicia social con las generaciones anteriores?
¿Es lo mismo quien mintió durante los tres días posteriores al 11-M y quien negó las negociaciones y concesiones con quien denominó Movimiento Vasco de Liberación que quien negoció sin concesiones reales (no movió ni un preso) y sin mentiras?
¿Es lo mismo enfocar la lucha antiterrorista como una cuestión partidista y de zancadilla al gobierno, que tener una actuación leal y de apoyo? Y en el final del problema, ¿será igual aplicar la venganza y la miseria que la justicia y la grandeza?
¿Se parece la actuación del gobierno popular tras el accidente del Yak-42 con mentiras a la sociedad y desprecio a las familias de las víctimas, que la del gobierno socialista en el de los helicópteros?
¿Se parece la actuación prepotente y chulesca de Aznar ante los países del tercer mundo y sumisa ante los poderosos, actuando incluso de recadero de Bush, a la política multilateral y equilibrada de Felipe González y Zapatero?
¿Es lo mismo quien va a Europa a por un trozo de pastel que quien quiere ayudar a construirla e impulsar su avance? ¿Quién ve el mundo como un escenario de buenos y malos que quien busca la alianza de civilizaciones y practica políticas de paz?
¿Es lo mismo un partido cuyos líderes como Aznar se dedican en el extranjero a criticar la situación de España, que el de Zapatero que cuando Chávez insultó y despreció a Aznar, salió enérgicamente en su defensa?
¿Se puede esperar responsabilidad en el gobierno de quien no la tiene en la oposición? ¿Sosegará la vida política del país quien alimenta la crispación? ¿Contará la verdad desde el gobierno quien oculta su programa y sus intenciones?
¿Alguien piensa que Mariano Rajoy le puede hacer feliz?
Rafa Castillo.