miércoles, 4 de julio de 2012

¿Subir o bajar?

Es obvio que si Europa y/o el FMI nos rescatan con créditos de docenas de miles de millones de euros, quieran asegurarse su devolución. Y aunque los créditos sean directos a la banca, si esta no paga, tendrá que ser el Estado, o sea nosotros, quien pague.
Y claro. Para garantizar ese pago, nos imponen medidas de disciplina económica, para reducir el déficit y así poder, en su día, atender a los pagos de la deuda. Lo malo de la cuestión es que la experiencia de países ya intervenidos como Grecia, Portugal e Irlanda, y de lo que se puede ver en las medidas ya tomadas en España, no parece verse claro que esta política de recortes garantice el crecimiento de la riqueza.
Y si la práctica nos da poca esperanza, en el campo teórico nadie puede dar una explicación lógica y razonable de que esta sea la solución más allá de la obcecación de Ángela Merkel secundada por Sarkozy, y la convicción ultraliberal de Rajoy y sus colaboradores que aprovechan la situación para hacer su política soñada. Al final, a Rajoy le va a pasar lo de aquél que quiso acostumbrar al burro a no comer, y cuando lo estaba logrando, el burro murió de hambre.
Hay que empezar por desmentir dos afirmaciones que se dan como seguras. La primera es que el Estado es como una familia y no puede gastar más de lo que ingresa. El Estado no es una familia pues tiene opciones de aumentar sus ingresos que aquella no tiene, y además, no hay nada malo en que las familias se endeuden. En una situación económica normal, nadie se plantea comprar un piso sin hipoteca o un coche sin plazos. Lo que ocurrió ahora son las sobrevaloraciones, pero esa es otra historia.
La segunda es que para reducir el déficit hay que reducir los gastos. Es totalmente falso. También se pueden aumentar los ingresos o incluso la deuda mediante un déficit controlado temporal. Al final, lo hay que determinar es quien tiene que pagar la crisis y en que porcentaje.
Si reducimos el gasto del Estado, quien pagan son los ciudadanos más desfavorecidos que se quedan sin sanidad gratuita, sin educación, sin prestaciones sociales. Pero lo estúpido de la cosa es que reduciendo el gasto se ralentiza la economía y aumentan las necesidades mientras disminuyen los ingresos por impuestos y por tanto el déficit crece. Es el círculo vicioso en que nos encontramos. Al mismo efecto llevan las reducciones salariales y de plantilla.
Si aumentamos los impuestos indirectos y las tasas, la situación es la misma. Pagarán los consumidores que verán reducida su capacidad económica y caerá el consumo interno, mientras los más favorecidos apenas aportarán al fondo común.
La solución justa es la subida de impuestos directos de forma proporcionalmente progresiva de modo que quien más ingresos tenga pague más porcentaje por esos ingresos, e impedir que las grandes fortunas se libren de contribuir con artificios como las SICAVS. Así se cumpliría la máxima de que pague más quien más tiene, y se podría mantener y mejorar el estado de bienestar. Y se puede hacer. Basta mirar a Francia.
Mientras aquí subirá el IVA, Hollande acaba de anular la subida impuesta por Sarkozy. Mientras aquí quieren retrasar la jubilación, los franceses la adelantan. Aquí congelan el salario mínimo y allí lo suben. El gobierno español da una vergonzosa amnistía fiscal a defraudadores y/o delincuentes, mientras el francés sube los impuestos de las grandes fortunas que puede llegar al 75% para rentas superiores al millón de euros y el 45% a partir de 150.000€. Además, impuestos a la banca, SICAVS, venta de acciones y ganancias empresariales. Como aquí.
¿Qué solución dará mejor resultado?

Rafa Castillo.

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