jueves, 22 de septiembre de 2016

Gobierno en octubre.

Cuando a la gente le preguntan si piensan votar en las terceras elecciones generales muchos contestan, con ironía, que reservan su voto para las cuartas. Y es que al parecer hemos entrado en un bucle sin aparente solución. Y sin embargo hay una salida fácil. Basta poner las cosas claras y olvidar algunas líneas rojas sin sentido.
Si olvidamos las elecciones gallegas, cuya resolución es fácil, o mayoría absoluta del PP o gobierno alternativo de coalición, y que en todo caso tendrán poca influencia a nivel estatal (salvo resultados que supongan un descalabro de alguno de los partidos de la izquierda) habrá que estar al resultado de las vascas y esperar que pase la moción de confianza de Catalunya.
Primero hay que tener clara una cosa. Es necesario que haya un gobierno, por supuesto, pero depende de que gobierno. Es claro que para la derecha, muchos medios y opinadores, algunos jarrones chinos y varones y varonesas desubicados ideológicamente, el gobierno le corresponde por derecho natural al PP. Y por lo tanto el PSOE tiene la obligación teleológica de abstenerse para que eso ocurra. Y tal vez organizar un homenaje a Rita, Soria, Bárcenas, Rato y demás especímenes da la fauna corrupta del PP.
Pero no es así. No se puede exigir a un partido de izquierdas, al que votaron gentes de izquierda y para hacer políticas de izquierda, que facilite, no un gobierno, una política de derecha. Se dirá que ya empiezo con una línea roja, pero no. Ya en un artículo anterior indiqué en que condiciones sería aceptable la abstención socialista. Que el PP gobernase con una política de izquierdas.
Porque no olvidemos una cosa. Si hipotéticamente el PSOE facilitase con su abstención la investidura de Rajoy, el presidente al día siguiente llamaría, para pactar los presupuestos o cualquier otra medida restrictiva… a sus socios naturales de la derecha vasca y catalana. No haría con los socialistas unos presupuestos o reformas sociales.
Caben pues dos alternativas. Un gobierno de PSOE y Podemos con apoyo de Ciudadanos o el mismo gobierno con apoyo de los nacionalistas. El problema es que ambas alternativas cuentan con líneas rojas.
Ciudadanos tiene que decidir si su único objetivo es un gobierno de derechas, o si apuesta por la regeneración y permite un gobierno de progreso y luego lo apoya o no, con plena libertad, en cada medida concreta. Y Podemos tiene que clarificar porque dice un no tan rotundo al apoyo de la derecha de Ciudadanos y en cambio exige un gobierno con las derechas nacionalistas. De lo que debería de tratarse es de que el programa de gobierno fuese progresista.
En todo caso voy a hacer mi propuesta personal. Tenemos en realidad un puzle de problemas, España, Euskadi y Catalunya, cuya resolución con inteligencia y voluntad puede ser fácil y conjunta. Un pacto, si no de Estado, por el Estado de los principales partidos progresistas y nacionalistas.
En Euskadi, sería un gobierno del PNV, con o sin el PSE pero con su apoyo y la abstención de Podemos. En Catalunya apoyo al Gobern del PSC que lo liberara del chantaje permanente de la CUP. Y en España un gobierno de PSOE y Podemos con el apoyo para la investidura de la antigua Convergencia y ERC.
¿Y las líneas rojas? Los nacionalistas catalanes, especialmente los de la antigua Convergencia, deberían constatar que a la actual situación se llega por el empecinamiento ultranacionalista del PP, y darse la oportunidad de un nuevo encaje en el Estado mediante una amplia reforma constitucional que de cobijo a las aspiraciones de la sociedad catalana.
¿Y los varones, varonesas y jarrones chinos del PSOE? Decía el maestro de Juan Salvador Gaviota que para viajar tan rápido como el pensamiento tienes que empezar por saber que ya has llegado. Pues si queremos que los catalanes sean españoles tenemos que empezar por saber que lo son. Y que por tanto sus aspiraciones y sus Diputados son tan legítimos como los demás. Y estos forman parte, cada uno como uno más, del Parlamento de España. Y por tanto su apoyo es tan legítimo como, por ejemplo, el de Ciudadanos. No estaríamos pues pactando con los independentistas. Estaríamos facilitado su integración en España.
Así se construye la igualdad y, a un tiempo, se solucionan los problemas.
Rafa Castillo.

martes, 6 de septiembre de 2016

El mayor recorte de Mariano Rajoy.

El impase político que vivimos trae su causa en el mayor recorte que ha hecho subrepticiamente el presidente del gobierno durante la anterior legislatura. No se trata de los conocidos recortes en sanidad, en educación, en ayuda a la dependencia, en becas, en personal al servicio de la administración, en acceso a la justicia, en libertades públicas, en justicia universal, en protección social, en derechos laborales… ¡joer! ¿tantas cosas recortó?.
No. Además de todo eso y lo que se me olvida, Mariano Rajoy recortó el Parlamento. No de otro modo puede entenderse que la suma de los diputados de derecha no alcance la mayoría absoluta y los de la izquierda tampoco. Lo lógico es que si dividimos el parlamento en dos bloques, o los dos empatan en justo la mitad de los diputados, o si uno no llega a la mayoría absoluta, el otro la supere.
El recorte en el Parlamento supone la reclusión en un gueto de los diputados nacionalistas, declarados intocables y con los que nadie puede negociar (excepto el PP cuando le interesa, claro). Tradicionalmente los partidos nacionalistas, destacadamente CiU y PNV, pero también en ocasiones ERC o BNG, han servido de apoyo a gobiernos sin mayoría absoluta tanto de la antigua UCD como del PP con Aznar o del PSOE con González y Zapatero, e incluso han reforzado mayorías absolutas.
Pero la actitud prepotente, soberbia, despectiva e insultante de Rajoy desde un ultranacionalismo carpetovetónico ha establecido una brecha insalvable que hace que hoy los diputados nacionalistas no puedan sumar con ninguna de las dos opciones además de poner el grave riesgo la unidad del país.
Por eso no saldremos de este impase si no solucionamos la raíz del problema. La cuestión no está en no pactar con los que “quieren romper España”. La cuestión es dialogar con ellos, dejarles claro que los votos ampliamente mayoritarios del Congreso no permitirán la ruptura, e invitarlos a construir, todos juntos, un nuevo consenso constitucional, al que tanto aportaron en 1978, para definir un Estado en el que todos nos sintamos razonablemente a gusto. Y luego negociar con ellos la formación de un gobierno.
Y si es de centroizquierda, mejor.
Rafa Castillo.