miércoles, 11 de noviembre de 2015

Españoles al 3%

Hay quien pretende renunciar a España, pero en el fondo es más español que la tortilla de patatas. Y es que si algo representa en literatura lo español, es la novela picaresca. De una de sus obras cumbres, El Lazarillo de Tormes, destaco la siguiente escena.
Al ciego a que Lázaro guiaba le regalaron un racimo de uvas. Acordaron compartirlas e ir comiéndolas cogiendo cada vez una cada uno. La escena remata como sigue:
“Hecho así el concierto, comenzamos; mas luego del segundo lance, el traidor mudó propósito, y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debía hacer lo mismo. Como ví que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él; más aún pasaba yo adelante; dos a dos y tres a tres, y como podía las comía. Acabando el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano, y meneando la cabeza, dijo:
-Lázaro: engañado me has. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas de tres en tres.
-No comí- dije yo -; mas, ¿por qué sospecháis eso?... Respondió el sagacísimo ciego:
-¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y tú callabas.”
Y ahí está el problema. No solo en que la Familia (la de don Vito Pujol) recibiese los tres por ciento de cada obra o adjudicación. El coste para los ciudadanos, catalanes y españoles, es mucho mayor. Las empresas no hacen donativos altruistas. Los hacen siempre con un fin. Tal vez si en las licitaciones ofreciesen una rebaja del precio del 3% resultarían adjudicatarias. Pero no. Dan ese 3% al pícaro de turno porque así pueden contratar sin rebajas obteniendo beneficios muy por encima de los que resultarían en condiciones normales. Y las obras se licitan caras y se encarecen después con reformados de proyectos que incrementan los costes que todos pagamos. Y si, como parece, las comisiones aumentan y llegan al 5 o 6%, que nadie dude de que el beneficio neto de la empresa crece en esa proporción.
Y ello porque esta derecha típicamente española, se llame PP o Convergencia, habla del liberalismo como el mejor de los sistemas, y de la gestión privada de los servicios públicos como el sistema más eficaz. Y si es eficaz. Eficaz para enriquecer a sus amigos y comer las migajas que caen de sus mesas.
Porque, al final, como siempre, lo peor no es ya lo que roban, sino el daño colateral que producen.
Rafa Castillo.

domingo, 8 de noviembre de 2015

El saben aquel que diu...

El saben aquel que diu…? Así empezaba los chistes aquel humorista siempre serio, siempre de negro con su cigarrillo y cubalibre con naranja. Y hoy me viene a la memoria uno de sus chistes que paso a resumir.
Se trataba de un aprendiz de barbero que afeitaba un cliente. Le hizo varios cortes, y tras cada uno el jefe le arrojaba algo (el jabón, las tijeras, un taburete…) el mozo se agachaba y los objetos impactaban en el cliente. Finalmente le cortó una oreja de cuajo y el cliente le dijo: písala nen, que no la vea aquel señor!
Viene esto a cuento da casos de actualidad como el de la Volkswagen u otros recientes como cuando la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia descubre fraude en los precios de eléctricas o petroleras por acuerdo entre las empresas.
Todos estos fraudes tienen como primera consecuencia un rápido aumento en las ganancias de la empresa. Ganancias que se traducen en suculentos ingresos para los gestores y los grandes accionistas. Pero el problema para los demás empieza cuando se descubren. Se sanciona a las empresas. Los directivos siguen cobrando o dimiten llevando consigo una importante indemnización. Y para pagar la sanción las empresas recortan las inversiones, despiden al personal o, sin necesidad ya de ponerse de acuerdo, suben los precios para pagar la sanción sin perder dinero.
La mayor condena que se le podía hacer a un ciudadano de las polis griegas era la condena al ostracismo. Desaparecer de la sociedad y perder los derechos ciudadanos. Ser condenado al olvido. Y eso había que hacer con esa clase empresarial desalmada que no duda en multiplicar sus beneficios sin tener en cuenta las nefastas consecuencias que sus acciones causan a la sociedad que les permite desarrollarse. Sin temor a ser criticado por exagerado, lo que algunos practican es un auténtico terrorismo social. Terrorismo que destruye las escasas pertenencias de los ciudadanos y que pone en quiebra toda la estructura social. Que no mata con bombas, pero si con miseria.
Por eso es necesario un cambio legislativo que haga que las malas prácticas empresariales las paguen no las empresas sino los gestores que las practican y quienes se benefician de ellas. Y si un ciudadano puede ser desahuciado de su casa por no poder (ojo, no por no querer) pagar la hipoteca, e incluso se le puede embargar parte del sueldo, ¿por qué no se va a poder desahuciar de sus riquezas y pingües beneficios a quien roba a la sociedad? Y de paso a los que se enriquecen con la corrupción, la otra lacra social que nos empobrece a todos.
Se dirá que no es fácil, que tendrán sus bienes a nombre de testaferros. Bien. Pues que no puedan usarlos. Que, como condenados al ostracismo, se les prive la posibilidad de que los testaferros les presten el uso de los bienes a su nombre. Si alguien les “presta” un chalet de lujo o un cochazo… expropiado. Si comen en un restaurante de alta categoría… de patitas en la calle y a comer hamburguesas. Que no puedan disfrutar en absoluto de lo robado. Que a nadie le merezca la pena volver a hacerlo.
Y mientras, mientras no se tomen medidas de este tipo, por favor, que no se investiguen los fraudes, que nos será peor.
Pisa la oreja, nen, que no la vea aquel señor.
RaFa Castillo.