viernes, 2 de septiembre de 2011

Del perdón.

Claro. Yo que lo fui, veo que ellos lo tienen relativamente fácil. Para los discípulos de la iglesia católica es relativamente sencillo. Haces algo que perjudica a un tercero, te confiesas con un cura que no conoces, cumples la penitencia, y todo perdonado.
Más difícil lo tendrían si siguiesen a Jesucristo. El capítulo 5 del evangelio de Mateo, dice: 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Eso ya es más difícil. Ya no es contárselo a un cura anónimo, es pedir perdón directamente a la persona que molestaste u ofendiste. Hay que dar la cara. Hay que pasar la vergüenza de decirle a quien ofendiste: hice esto y lo siento; perdóname. Pero bueno, cuando el tercero es un conocido al que aprecias, al final vale la pena. Recuperas al amigo. Pero, ¿qué ocurre cuando es un desconocido?
Hoy estoy en A Coruña. Fui a tomar algo; cogí la consumición y salí fuera a hacer cigarrón. En una esquina de la fachada del bar se apoyaba una chica. Frente a ella y apoyando su mano en la pared, había un hombre. No escuché la conversación, pero me quedó claro que no eran pareja. Entonces me quedó clara la situación.
Eran conocidos entre ellos, naturalmente y él buscaba la posibilidad de un lío con ella. Ella se oponía pero él insistía en una especie de semiacoso no violento, pero muy típico de, reconozcámoslo, la mayoría de los hombres.
Insisto en que ni oía ni puse atención a lo que decían. Simplemente dejé actuar mi imaginación, sin darle mayor importancia, y dejando mezclar mis impresiones sobre una escena que no me importaba con la reflexión sobre la actualidad política y las emociones propias del día que nació mi nieto. Todos, en soledad dejamos que nuestra mente vuele sola mezclando así los pensamientos.
La conversación terminó y el hombre entró al bar, de lo que yo interpreté que al final se había convencido de que el rechazo de la chica era serio y definitivo. Observé a través de la puerta abierta que se dirigió a una mesa en la que lo esperaba un grupo de amigos. Habló brevemente con uno de ellos en privado y volvió a salir junto a la chica. Le dijo un par de frases, y ella entró dentro. Se sentó junto al amigo con quien había hablado mi protagonista. Cruzaron unas breves palabras y se besaron...
Así, quien yo juzgué como un ligón barato, resultó ser un amigo que intentaba mediar en las desavenencias entre una pareja. Es claro que me equivoqué en mi juicio. Pero, ¿cómo se pide perdón a un desconocido?
Rafa Castillo.

2 comentarios:

  1. nunca hay que precipitarse en algunas cosas,no todo es lo que parece,aunque muchas veces sea como tu piensas,pero tu pregunta no se si tiene respuesta.
    Felicidades por ese día que nombras,besos para todos

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  2. Sin necesidad de absolución, te honra mucho más el reconocimiento explícito de tu error para que los demás nos demos por enterados.
    Pero ¿ves? Propendemos más a juzgar las apariencias que a excusar las flaquezas ajenas.
    Condición humana debe ser.

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