jueves, 26 de abril de 2018

Yo cometí el mismo delito que Cifuentes.

Y es que la tentación vivía cerca. A mis 10 años, todos los días regresaba a casa después del cole con un hambre de mil demonios. Y esos demonios interponían en mi camino un quiosco que era una churrería. La tentación era insoportable, y el olor a masa frita aumentaba mi deseo. Así que un día caí en ella y, mientras el churrero preparaba más, robé un churro. Un churro que costaba dos reales (0,50 pesetas)
La tarde transcurrió con más o menos normalidad, hasta que llegó la oscura noche. Y empecé a llorar. Mis padres me preguntaron lo que pasaba y les conté mi delito. Intentaron consolarme diciéndome que no me preocupara, que al día siguiente podía confesarme. Pero fue inútil. ¿Quién me aseguraba que aquella noche no me arrebataría el rayo justiciero de la divinidad? E iría al infierno con tan grave pecado. Total, que mi madre tuvo que arreglarse y sobre las 10 de la noche llevarme a casa de un cura a que me diese la absolución, y casi la extremaunción.
Pero no había acabado ahí todo. Con ansiedad esperaba que llegase en domingo. Ese día, además del habitual duro (5 pesetas) para el cine, me daban… ¡la peseta de los domingos! Pero ese día no fue para chuches. Con la misma velocidad que había desaparecido el churro, ese lunes arrojé la “rubia” en el interior del quiosco. Sin ser visto. Imagino la sorpresa del churrero al encontrarla.
Ahí está la única diferencia entre Cristina y yo. Yo me arrepentí y ella no. Ella intentó justificarse, que las cremas eran suyas, que no sabe como entraron en el bolso… y por eso pudo robar de nuevo años después. Porque eso es su máster. Si yo tengo un yate que no pagué, no heredé o no me toco en la tómbola, es claro que lo robé. Si tengo un máster para el que no me matriculé en plazo, no fui a clases, no me presenté a los exámenes y no hice el TFM, ¿Cómo lo obtuve?
Y, ¿Por qué confieso nuevamente mi crimen? Está claro. Por si un día aspiro a ocupar un cargo público en política. Me diréis que hace 50 años no había vídeos o cámaras de videovigilancia. Pero, ¿y si otro niño me grabó con su “Cine Exín”? que luego esos dosiers nunca se sabe donde explotan y siempre puede haber un amiguito dispuesto a chantajearte o hundir tu vida pública.
Porque no todo se perdona. Se puede obtener un falso máster, tener un millón de euros olvidado en un altillo pero un fontanero, un plan de pensiones de 45 millones en Suiza, un yaguar desconocido en el garaje, recibir el 3, el 5 o el 10% en comisiones, tener sobre sueldos en sobres… eso todo, en el PP se perdona.
Pero tú hurtaste, Cristina, 40€ de crema. Y eso lo aceleró todo para ti. Fíjate que aún estabas en la etapa de los abrazos, de los apoyos en público, de las ovaciones en las convenciones, de defenderte con el ventilador. Luego vendría el Cristina, se fuerte hasta llegar al “esa persona de la que me habla”. Y así podrías aguantar meses.
Lo del máster era una minucia. Nada que no haría cualquiera de los vuestros que mande y quiera. Lo natural, ya lo decía Fraga, es que las personas preeminentes tengan ventajas. Por eso los grandes robos no se castigan en la aristocracia, de sangre o política. Pero hurtar 40€ de potingues, o un churro, es una vulgaridad, una ordinariez.
Y una vulgaridad, una ordinariez, la gente de tanta caspa que te rodea, Cristina, jamás lo perdona.
Rafa Castillo.

domingo, 8 de abril de 2018

Del IRPF y otros impuestos.

Es interesante leer este artículo publicado en Cincodias y El País, y muy especialmente la tabla del final, pues en ello está la clave de lo que está pasando.
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/04/06/midinero/1523009082_029212.html
el IRPF se estableció en 1978, hace 40 años, consecuencia de los llamados pactos de la Moncloa. Y en este tiempo ha sufrido varias modificaciones que de alguna manera lo han desnaturalizado.
Con el tiempo el impuesto ha visto reducida su inicial progresividad. En el año 1978 el tipo más bajo (el que se aplica a las rentas menores) era el 15%, y ahora es el 19%. Evolucionó igual el tipo que se aplica a las rentas más altas? Pues no. Al contrario, este tipo bajó. Del 65,51% que pagaban en 1978 al 45% que se aplica en la actualidad. Es decir. En 1978 las rentas más altas pagaban más de 4 veces más que las más bajas. Hoy, a penas 2,3 veces más. Es decir. Las rentas más bajas pagan un 4% más que antes y las más altas un 20,51% menos.
Y a ello hay que añadir la reducción de 28 a 5 tramos, lo que hace aún más injusta la distribución del impuesto.
Por eso, lejos de ocurrencias de impuestos especiales, que también, lo que tenemos que hacer es una nueva e integral reforma fiscal. Y el punto de partida debería ser recuperar la progresividad que en su origen tenía el impuesto. Y en su caso, aumentarla. Bajando los tipos mínimos y aumentando los más altos.
Otro tanto podría decirse del IVA. Los gurús de la economía recomiendan hacer desaparecer el tipo superreducido o en todo caso sacar de él muchos productos. Y otra vez la propuesta incide negativamente en las rentas más bajas. Los productos afectados por este tipo (y algunos otros que ya se cambiaron a tipos mayores) son los de primera necesidad, los que todos, ricos y pobres, necesitamos consumir. Alimentos, medicamentos, etc. Y si se sube este tipo, el impacto será mínimo para las rentas altas, pero muy elevado para las más bajas.
Como empezó el impuesto? Inicialmente había un tipo elevado del 33% (cuando el normal era el 16%) para determinados productos, digamos de lujo. Efectivamente. Vestirse es una necesidad. Un abrigo de visón o de diseño, no. Tener coche, para muchos, es una necesidad. Tener un Ferrari, no. Ir de vacaciones a un hotel, es un derecho. Ir a uno de 5 estrellas, también, pero menos. Y así con otros productos como joyas o yates.
Y por añadidura, el engaño a la población con las sucesivas reducciones de impuestos. Porque, además de que la reducción afecta mucho más a las rentas más altas, la pérdida de recaudación se compensa con la subida de tasas y copagos. Y otra vez con el mismo efecto pernicioso para los mismos.
Si a un mileurista le rebajan el IRPF en el 1%, su renta aumenta en 10€. Es decir, deja de contribuir con 10€ al gasto del Estado. Pero si la misma reducción (o mayor) se aplica a quien percibe 100.000€, su ahorro (su menos contribución) será de 1.000€.
Pero si ambos gastaban, por ejemplo, 80€ en medicación, con la reforma que se hizo, ambos pagan 20€ más. Al final, el mileurista pierde 10€ y el de los 100.000€ gana 980€. Genial! Y ello porque ser más rico no implica necesitar más medicación.
Tal vez, teniendo en cuenta lo expuesto se podría disminuir la brecha social que esta crisis aumentó.
Alguien encontrará en lo anterior una solución a la financiación de la Seguridad Social?
Rafa Castillo.