martes, 16 de agosto de 2011

Sigo sin esperarte.

En el mundo multilateral que vivimos son habituales las visitas de jefes de estado o de gobierno de unos países a otros. Y en el mundo de grandes corrientes políticas (socialismo, liberalismo, comunismo, democracia cristiana...) es también habitual que en campañas electorales líderes políticos de unos países participen en actos de otros en viajes privados, por supuesto. Lo que nunca ocurriría es que un político estuviese en el mismo viaje, a cuenta del estado, unas horas de visita oficial y luego interviniendo en un mitin a favor o en contra del gobierno visitado.
Archivo:Papa Benedetto.jpg
Estos viajes de estado traen a veces personajes incómodos o pintorescos. Los lazos históricos, culturales o comerciales nos hacen relacionarnos a veces con dictadores cuya presencia no se puede evitar, pero a los que se da un trato diferente a los demás. En otras, reyes o gobernantes de otros países se presentan con indumentarias propias de su cultura, muy diferentes de las europeas, y muchas veces expresión de su posición religiosa.
Pero hay también en Europa una excepción. Hay un pequeño país dictatorial incrustado en el mapa de las democracias. Un bastión de la intolerancia en el mundo de la libertad. El paraíso de la misoginia y la discriminación por sexos en la sociedad de la igualdad de derechos. El último retal medieval en la Europa moderna. Eso sí. En algo coincide. En un mundo de mercados ellos también venden su mercancía. Merchandising para financiarse y parcelas de cielo para asegurar su poder.
Y ese jefe de estado vestido de época viene a España con el protocolo, las atenciones y los privilegios de esa posición institucional, pero aprovecha el viaje para aleccionar a sus cachorros, desautorizar el Estado democrático e intervenir activamente en la campaña electoral a favor de la opción que más beneficia sus intereses. Y se aprovecha para ello de que sus súbditos son nuestros ciudadanos.
¿Le consentiríamos lo mismo a Sarkozy, Obama, Fidel Castro o Gadafi?
Rafa Castillo.

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