domingo, 1 de mayo de 2011

Tiene razón Aznar.

Tiene razón Aznar cuando dice que la situación de España es consecuencia de unos errores enormes, y más dicho en un foro que, si no fuese de una organización afín, sería el ideal para entender realmente la verdad que se encierra en las palabras de Aznar.
En efecto. Cualquier labrador, incluso de Asaja (xóvenes agricultores en Galicia) conoce perfectamente el ciclo de la vida. Sabe, por ejemplo que las crías nacen más pequeñas que su madre y pasan, según su especie, meses o años hasta que se desarrollan. Saben que entre la siembra y la recolección pasa un período más o menos largo de tiempo. Y saben que el desarrollo de la cosecha no depende solo de su trabajo, que se supone, sino de la naturaleza del suelo, el abono disponible, el clima de la temporada y, al traducirlo a euros, del estado del voraz mercado.
Pues bien. En política, y sobre todo en economía, ocurre igual. Nuestra crisis tiene un componente coyuntural (la crisis mundial) y otro estructural (nuestro punto de partida).
En efecto, España tiene un problema estructural consecuencia, entre otras causas, de nuestra tardía entrada en la revolución industrial y nuestro retraso en el desarrollo, en la segunda mitad del siglo XX con respecto a los demás países de nuestro entorno.
Dice Aznar que en su época España recibía 6.000 millones de euros netos al año, y que ahora recibimos menos, y es cierto. Pero miente cuando se atribuye el merito de aquello y a ZP la culpa de esto. Los 6.000 millones los negoció Felipe González cuando Aznar decía que mendigaba, y la rebaja de ingresos se produjo por la mala negociación de Aznar así como por la irresponsable ampliación de la UE hecha en su época, y por cierto, por orden de Bush. Y aquel dinero, que debería de servir para corregir nuestro déficit estructural, fue malgastado por los populares en el gobierno central y allí donde gobernaban.
Y Aznar, en una época de bonanza que debió aprovechar para labrar la tierra y abonarla preparándola para ser sembrada, se limitó a invertir el abono que Europa aportaba en plantar eucaliptos como casas, de rápido crecimiento pero que acaban dejando la tierra sin recursos. Y así, cuando llegó el cambio climático de la economía con la crisis internacional, nuestro país se encontró con un suelo arruinado en el que ya ni los eucaliptos producían.
Y ahora, tendremos que hacer mayores esfuerzos para labrar con los vientos en contra, heladas, lluvias torrenciales, el terreno falto de recursos, y jabalís, como Aznar, que se encargan de arrasar lo poco que se cosecha.
Rafa Castillo.

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