lunes, 28 de marzo de 2011

El ejemplo de las elecciones en Europa.

Quien me haya leído los últimos meses me habrá visto repetir con frecuencia que la crisis que envuelve al mundo es independiente del color del gobierno de turno y que los ciudadanos, legítimamente cabreados, dejarían caer los gobiernos en una actitud comprensible, pero a veces poco meditada.
No hace falta una gran clarividencia política para intuir que, salvo un milagro, las próximas elecciones portuguesas supondrán una derrota más o menos contundente del socialista Sócrates y su substitución por el candidato de la derecha cuyo programa electoral visible es un folio en blanco, pero que sin duda hará, porque se lo obliga Europa y porque en el fondo está en su ideología, una política de más recortes sociales vestidos seguramente con una rebaja fiscal que será simbólica para las rentas bajas y magra para los más favorecidos.
Pero hemos visto también como este domingo en las elecciones cantonales francesas y a dos Lands alemanes los partidos gobernantes de Sarkozi y Ángela Merkel fueron severamente derrotados, con el peligro añadido, en el caso francés, de un reforzamiento de la extrema derecha de Marie Le Pen.
Se confirma pues con los hechos la tesis que venía manteniendo y lo que cabe plantearse es que hacer. Y eso es importante en España porque dentro de un año tendremos elecciones generales en las que optaremos entre Zapatero y Rajoy, sin perjuicio de otras opciones que pueden ser más o menos relevantes en alguna circunscripción como IU y los nacionalistas. Pero básicamente, se vote a quien se vote, la elección es entre los dos citados, ya que los demás partidos negociarán con ellos en función del mapa político y las afinidades ideológicas.
Nadie hará un milagro. Que no nos engañe el PP diciendo que su política es la correcta y por eso nos fue bien con Aznar. Pasó entonces como pasará ahora, gobierne quien gobierne. El país irá mejor o peor en función de la economía mundial, no por lo que haga un gobierno u otro. Al fin la crisis en España se acabará un poco después de la europea por la sencilla razón de que nuestra primera industria es el turismo y cuando ellos salgan de la crisis vendrán aquí masivamente. Y nuestro agravante de la crisis, el sector inmobiliario, también se verá mejorado cuando los jubilados europeos vuelvan a comprar viviendas en nuestras costas.
Rajoy supone el pensamiento único y simple, y no porque yo lo diga, sino porque él se definió como previsible. Por tanto gobernará de forma previsible. No solo cumplirá ampliadas las directrices de Europa sino que seguirá devotamente los mandamientos que su creador, José María Aznar, le indique desde la Faes. Pero que nadie espere una sola mejora social. Eso queda para la caridad. Pero si queremos intuir algo del programa oculto, que como las meigas gallegas haberlo hailo, basta ver la marcha atrás en derechos sociales de la etapa Aznar, analizar lo que ocurre en comunidades que cambiaron de gobierno como Galicia, o escuchar a dirigentes populares como el presidente de Murcia cuando se les calienta la boca y dicen lo que realmente piensan en temas como el copago.
Frente a él está José Luis Rodríguez Zapatero, un político que quizás al principio pecó algo de utópico o ingenuo, pero cuya política dio lugar al mayor cambio social en España desde Felipe González, y que a diferencia de lo que nos espera con el simplismo lineal de Rajoy, tuvo la cintura suficiente para entender el problema y adoptar las medidas necesarias para empezar a salir de la crisis con un país estructuralmente más sólido.
Seamos exigentes con el gobierno. Pero no tontos. No votar a ZP por parecernos insuficiente su política actual significa dar la victoria a quien hará más recortes y más convencido de hacerlos.
Rafa Castillo.

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