sábado, 14 de abril de 2012

Una crisis redonda.

En la Grecia clásica, la escuela de Elea fundada por Parménides definía el Ser como lo único existente y el no-ser como lo que no existe. El Ser es y el no-ser no es. Por un proceso de razonamiento que no viene al caso la conclusión era que al no existir la nada, solo existía un Ser único y continuo y como era todo lo que había e infinito, era dios. La conclusión era que como el ser era un todo denso y fuera de él no había nada, el movimiento no existía.
Su discípulo Zenón de Elea, en una de sus conocidas paradojas, para demostrar que el movimiento no existía, decía que Ulises (el griego más veloz entonces conocido) nunca podría alcanzar a una tortuga que avanzase delante de él con una cierta ventaja.
En efecto. Supongamos que la velocidad de Aquiles fuese 10 veces mayor que la de la tortuga y que salen con 1km. de diferencia. Cuando Aquiles llega a donde estaba la tortuga, esta avanzó 100m. Cuando luego recorre esos 100m ella avanza 10m. Al recorrer el griego los diez, ella recorre 1 y así sucesivamente pasando porque cuando él recorre un milímetro, el reptil recorre una décima, por lo que nunca será alcanzada.
Y el lector pensará a que cuernos viene esto. Y la explicación es muy sencilla. La crisis y nosotros avanzamos como la tortuga y Aquiles. Cuando damos cumplimiento a la interpretación que, de los Oráculos de los mercados, nos dan por buena, la crisis ha avanzado y ya exige nuevas medidas.
Adoptamos las nuevas medidas contentos como alumnos aplicados y las presentamos al examen pensando que esta vez si hemos superado la crisis. Pero no. Mientras las tomábamos, el mercado en su avance, lento pero persistente, ya había parido nuevas exigencias.
Y así corremos tras él, como el burro de la noria tras la zanahoria atada delante, avanzando decididos hacia la pérdida de nuestros derechos y libertades sin tener más opción que la circunferencia que describe el palo de la noria al que estamos atados.
Pensamos que avanzamos con obstáculos para alcanzar un mundo mejor mientras, fuera de la noria, los poderosos nos ven sonrientes circular condenados a pasar siempre por el mismo sitio.

Rafa Castillo.

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