sábado, 7 de abril de 2012

¡Que inventen ellos!

Podemos considerar al presupuesto como la radiografía de la voluntad del gobierno, y si es así, no se puede dudar que la situación del enfermo, la sociedad española, se agravará inevitablemente.
Recuerdo cuando Julio Anguita decía aquello de programa, programa, programa... y el tal programa se quedó en una pinza con el PP que a medio plazo supuso una importante caída de IU. Esperemos que en esta ocasión no ocurra lo mismo.
Pero esto venía a cuento del déficit, déficit, déficit de Montoro que pretende ocultar, tras ese objetivo, unas contrarreformas que harían palidecer al mismísimo Concilio de Trento.
Está bien la reducción paulatina del déficit, pero más en momentos de bonanza que en los de crisis. ¿Qué objetivo hay tras la obsesión del gobierno con el déficit? Obtener la confianza de los mercados (de capitales) para que fluya el crédito. Es decir, confiamos la salida de la crisis al aumento de la deuda, principalmente de la privada, que ya fue una de las causas de aquella.
Que España necesita reformas, nadie lo duda. Pero lo que sí podemos negar es que las reformas necesarias son las que se están llevando a cabo. Con la legislación laboral anterior se crearon millones de empleos, y la misma ley se aplicaba en comunidades con menos del 8% de paro que a las que se aproximaban al 30%. ¿Qué es lo que cambió entonces?
El crecimiento español, y con él el empleo, se basó en el turismo y la construcción, sectores que se caracterizan respectivamente por la elevada elasticidad en la demanda y la absoluta inelasticidad en la oferta.
En efecto. El turismo crece exponencialmente cuando el entorno va bien, pero es el primero en padecer las crisis propias y externas, al ser un bien de consumo prescindible. En cambio la construcción tiene el inconveniente de que por su fijación al terreno es inexportable.
Por el contrario, los países más industrializados son los que menos sufren el incremento del desempleo ya que su producción sigue siendo necesaria. Dependen menos el exterior, pero al mismo tiempo surten a los países con menos industria como España.
No es por tanto la reforma laboral la que hace falta, sino la reforma del sistema productivo. Y sin embargo, el gobierno español vuelve a apostar por la construcción, con la desgravación de la vivienda y la desprotección del litoral, mientras renuncia al cambio de producción con los importantes recortes en I+D+i y de las becas. Como ya defendía el africanista Unamuno, que inventen ellos. Y así nos fue.
Y si a esto añadimos las anunciadas reformas en educación y sanidad, junto a los recortes ya hechos en el estado del bienestar, convertiremos a España en una réplica de la Cuba de Baptista. Supercasino de las Vegas incluido.

Rafa Castillo.

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