lunes, 11 de julio de 2011

¡La mano invisible tiene un pie!

Es cierto. Ni Adam Smith ni Milton Friedman nos lo habían desvelado, pero la mano invisible del mercado, la que con sus designios se mueve en libertad absoluta para que todo funcione, tiene un pie. Y un pesado pie. Ese pie pisa, aplasta, hunde, asfixia, es el lastre que acaba con la libertad de los pueblos, que los condena cuando quiere por mucho que obedezcan sus instrucciones. Es incansable, y a su capricho nos permitirá o impedirá levantarnos.
Para descubrirlo no hay más que de nuevo analizar la realidad. Se un país en el punto de mira del mercado. Cumple escrupulosamente las medidas que te imponen. Entonces el pie se levanta. Para dejarte libre o para caer sobre ti con más fuerza.
A Portugal se le impuso el rescate. A Grecia ya dos. Y adoptaron todas las medidas impuestas. Los portugueses y los griegos, resignados, piensan: “Pasaremos unos duros momentos, pero al final del túnel veremos la luz. Hacemos todos los sacrificios que nos exigen, pero después volverá el crecimiento y algo de bienestar. Aunque no sea tanto como antes. Ya nada peor nos puede pasar”.
Pues no. La mano invisible levantó su pie en forma de agencias calificadoras de riesgo y puso la deuda de Portugal por las nubes y al país por los suelos. Ellas que impulsaron el globo financiero con notas altas para todos sin querer ver las posibles insolvencias, ahora administran su poder condenando a capricho.
Mal estaremos Portugal o España, o Italia. ¿Pero se puede afirmar que Polonia, Lituania o Chipre son más solventes? ¿Quien puede mantenerlo seriamente? ¿Con que caprichos juegan?
Y ahora que sabemos que la mano invisible tiene un pie, ¿por qué no la anestesiamos y le injertamos un corazón?
Rafa Castillo.
Nota: los dibujos son del conocido dibujante gallego Xaquín Marín.

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