lunes, 18 de julio de 2011

¡Ese maldito 18 de julio!

Últimamente publico algo menos porque estoy dedicado a dos proyectos que quiero sacar a la luz cuanto antes. Pero un día como hoy, no se puede dejar pasar.
Y como quiero abordar este tema sin ninguna acritud, no voy a recordar a sus protagonistas activos, sino a los pasivos. No a quienes lo provocaron, sino a quienes lo padecieron.
 Sin internet, sin móviles, sin televisión, las noticias no corrían como ahora. Y menos en la zona rural donde apenas había alguna radio de galena. Seguramente a muchos sitios la noticia tardó en llegar.
Y sin embargo seguramente un labrador de Santalla de Rei, Antonio Reboiro, por su implicación política como alcalde republicano de A Pobra do Brollón, fue uno de los primeros vecinos en enterarse. Es muy probable que aquel día perdiese la sonrisa para siempre. Es seguro que Bernarda, su mujer y mi abuela, no volvió a sonreír en muchos años.
Posiblemente aquel 18 de julio el estado de ánimo de mi abuelo sufrió muchas oscilaciones. La noticia le sobresaltaría en el primer momento. Saldría pronto en busca de los camaradas. Luego reflexionaría que aquella locura era imposible. Aquella aventura no podía prosperar contra la voluntad de tantos ciudadanos que saboreaban por primera vez la libertad tan esquiva históricamente con nuestro país. Más tarde, seguramente, la preocupación fue creciendo en su alma.
Reunido con sus compañeros de política habrían analizado la situación. Unos mostrarían preocupación. Otros miedo o resignación. Otros confianza y esperanza. Otros determinación para defender la libertad y la legalidad. Analizarían las alternativas que tenían para oponerse a aquella locura. Valorarían su capacidad de armarse, que gente se les opondrían, los puntos estratégicos que controlar. Luego regresarían a sus casas habiendo concertado ya una nueva cita para un momento próximo en función del desarrollo de los acontecimientos.
En la penumbra del anochecer de aquella noche de verano, Antonio recorrería la distancia que le separaba de su casa sumido en una nube de pensamientos entrecruzados. El camino era demasiado largo para el ansia de ver y tranquilizar a los suyos. Pero demasiado corto para acabar sus reflexiones y llegar al hogar aparentando normalidad.
Tendría que convocar un pleno del ayuntamiento en defensa de la república. Pero, ¿estarían de acuerdo todos los concejales de las otras fuerzas políticas? ¿Tendría el apoyo del secretario y demás personal del ayuntamiento? ¿Cómo reaccionarían las fuerzas de la Guardia Civil acuarteladas en el municipio? ¿Tendrían los falangistas locales capacidad para organizarse? ¿Adónde huir o donde esconderse? ¿Qué sería de su familia?
 Esta, su familia ocupaba la otra mitad de su pensamiento. ¿Qué le iba a decir a su anciana madre Rosa, enferma, incapaz de entender lo que se avecinaba? ¿Qué decir a su mujer cuando esta le abrazase llorando con el cariñoso reproche de “ya te dije que no te metieses en política”? ¿Cómo explicar a sus hijos Isaac y Milín la gravedad de la situación para instruirles en lo que debían de hacer sin quebrar la inocencia de su preadolescencia? ¿Cómo forzar una sonrisa al besar antes de acostarse a aquellas preciosas niñas Luz y Paz? ¿Qué iba a ser de ellos si todo salía mal?
¡Que largo se hacía ese maldito 18 de julio!
Rafa Castillo.

2 comentarios:

  1. Longa noite de pedra.
    Larga noche de piedra.
    Del escritor gallego Celso Emilio Ferreiro.
    El techo es de piedra.
    De piedra son los muros
    y las tinieblas.
    De piedra el suelo
    y las rejas.
    Las puertas,
    las cadenas,
    el aire,
    las ventanas,
    las miradas,
    son de piedra.
    Los corazones de los hombres
    que a lo lejos acechan,
    hechos están
    también
    de piedra.
    Y yo, muriendo
    en esta larga noche
    de piedra.

    O teito é de pedra.
    De pedra son os muros
    e as tebras.
    De pedra o chan
    e as reixas.
    As portas,
    as cadeas,
    o aire,
    as fenestras,
    as olladas,
    son de pedra.
    Os corazós dos homes
    que ao lonxe espreitan,
    feitos están
    tamén
    de pedra.
    E eu, morrendo
    nesta longa noite
    de pedra.

    Rafa Castillo.

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  2. ...Y aun nuestros corazones, si los habemos, van siendo pedernal
    donde afilar los cuchillos.
    ¡Qué pena, qué pena, sin que se acorten las noches negras!

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