viernes, 12 de junio de 2015

Fusionar ayuntamientos?

Ayer estuve en Santiago en unas jornadas sobre sostenibilidad financiera y reforma de las entidades locales. El primer ponente, catedrático de derecho administrativo en la Universidad de Valladolid, afirmó que no estaba de acuerdo con que los ayuntamientos tuviesen servicios diferentes según tramos de población, si no que todos los ciudadanos deberían de tener los mismos. Y claro. Nada que objetar.
Lo malo que esa afirmación la usaba como coartada para defender su tesis. La conveniencia de agrupar ayuntamientos para que así todos viviésemos en grandes ayuntamientos y por tanto tuviésemos todos los servicios. Y como eso es difícil de lograr voluntariamente, debe de ser impuesto por el legislador. Afirmaba que los vecinos se oponían por razones sentimentales y contestaba, entre risas, que la fusión de ayuntamientos no implicaba necesariamente el traslado de los cementerios. Concluía que no se puede perder la racionalidad por el sentimentalismo.
Me quedé con ganas de contestarle, pero no tuve ocasión. Por eso lo haré aquí. No son motivos sentimentales los que hacen que los vecinos de los pequeños ayuntamientos se opongan a su fusión o absorción. Son motivos racionales. Muy racionales.
En principio no veo grandes ventajas a la fusión. A ver. Aunque fusionasen A Pobra do Brollón con Madrid, efectivamente, en mi ayuntamiento (fusionado) tendríamos en Museo del Pardo, pero seguiría a 500Km. de mi casa. O si la unión fuese con Monforte de Lemos, tendríamos piscina municipal, pero seguiría a 15Km. Ni uno menos.
Se abaratarían los servicios? No creo. Recoger la basura exigiría los mismos recorridos y por tanto el mismo gasto. Harían falta los mismos puntos de luz, y no habría forma de reducir, ni por economías de escala, los quilómetros del servicio de agua. El único ahorro sería en sueldos de corporativos. Pongamos que unos 20€ por habitante, de media.
Pero lo que los vecinos saben es que tras el cierre del ayuntamiento vendría el cierre del colegio. Y los alumnos tendrían que hacer cada día, entre ida y vuelta, 30Km. más hasta Monforte. Y media hora más. Y el cierre del centro de salud. Otros 30km. por visita. Unas 6 de media al año? 180Km. más o menos. 36€. Ya salimos perdiendo.
Y lo que no saben los teóricos de la eficiencia, porque desconocen la realidad social de los pueblos, pero si lo saben bien los vecinos, es que en poco tiempo cerrarían los nueve establecimientos de hostelería del municipio, las dos farmacias, los dos estancos, los tres supermercados, las dos mercerías, la comercial agrícola, el bazar de material eléctrico, las cuatro sucursales bancarias, la gestoría y la oficina de representación de orquestas.
Se puede estimar que de los 1.800 habitantes del ayuntamiento unos 200 se irían a vivir a Monforte. Para los 1.600 restantes, comprar tabaco o medicinas, hacer una gestión bancaria o tomar una cerveza con los amigos tendrá un coste adicional de seis euros cada vez. Pura economía. Porque no viven aquí porque quieren. Sus casas no son segundas viviendas de adinerados de la capital que buscan fines de semana bucólicos. Aquí tienen sus casas, sus tierras, su pequeña explotación agraria. Su vida.
Y para los que se tengan que ir, las cosas no serán más fáciles. Tendrán que alquilar un piso en Monforte (donde aumentarán los precios de alquiler ante la demanda de todos los que vayan de los ayuntamientos vecinos), pero mantendrán su casa en el pueblo por la que seguirán pagando la contribución y servicios como el de recogida de basuras. Y la energía eléctrica.
Pero es que además, en Galicia, esto tiene un “valor añadido”. En A Pobra, por ejemplo existe un pueblo que se llama Biduedo, en la parroquia de Óutara. Dos casas habitadas y cuatro habitantes en total. A mitad de camino entre A Pobra y O Incio. Es una de las 108 entidades singulares de población que componen el municipio. Seguramente el alcalde y todos los concejales saben donde está. Y lo conocen y saben sus carencias.
Cuando ocho ayuntamientos próximos se integren en Monforte, este macromunicipio podrá tener más de 1.000 entidades de población. Y, por superdotados que sean, ningún concejal de Monforte conocerá los pueblos del ayuntamiento ni sus problemas. Cuando uno de los cuatro habitantes de Biduedo vaya al ayuntamiento a interesarse por el camino de acceso a su casa, tendrá que llevar un mapa para explicar donde está. Esto también lo ven los vecinos, y tampoco es sentimentalismo.
Al final, y esto deberían de saberlo los urbanitas, los pequeños ayuntamientos no son un derroche. Son una necesidad. Y el gasto que supone solventarla se llama solidaridad.
Palabra que desconocen los teóricos de la eficiencia.
Rafa Castillo.

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