El Gobernador del Banco de España acaba de presentar su dimisión. Y cuando la ciudadanía aun no conoce, aunque sospeche, el motivo, ya han salido los carroñeros a devorar el cadáver aún caliente. Y hablo, claro está, de, entre otros, el portavoz popular en el Congreso.
Alfonso Alonso ha dicho como despedida que la gestión de MAFO está cargada de sombras. No voy a juzgar yo ahora esa gestión que como todas tiene puntos positivos y negativos, como por ejemplo dedicarse más a aconsejar políticas que al control bancario.
Pero quien realmente arroja sombras sobre la gestión y sobre la economía en general en un momento tan delicado es el gobierno del PP. Sin ir más lejos, el propio Fernández Ordóñez pidió repetidamente en los últimos días su comparecencia en el Congreso para explicar los pormenores del caso Bankia, comparecencia a la que los populares se opusieron. Y como la de él, la de Blesa, Rodrigo Rato y demás.
Y no vale de pretexto decir que en esta situación delicada se puede crear confusión y perder confianza. La confianza ya está perdida y la confusión instalada en un país en el que ya no se sabe si es mejor que el presidente y sus ministros hablen o no.
Lo que es claro es que toda la actuación del gobierno no mejoró la confianza en España, sino que por el contrario la agravó. Presume de hacer reformas, pero no ha hecho las necesarias para generar el futuro del país, como una decidida apuesta por I+D+i, o una política de secundarización del sistema productivo.
Las que hizo son, como la contrarreforma laboral, aplicación directa de un pensamiento ultraconservador y neoliberal. Si las analizamos en conjunto con los recortes en el bienestar, la consecuencia inevitable será la vuelta a una sociedad de clases diferenciadas y estancas, en la que nacer en una familia pobre, nos condena sin remisión a permanecer de por vida en esa condición.
Esas sí son sombras creadas por gobernantes con pocas luces.
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