miércoles, 6 de abril de 2011

PÁSALO!

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Y si puedes traducirlo y tienes conocidos que hablen otro idioma, traducelo y envíaselo.
Tenemos que lograrlo!
PÁSALO!

Que no te agarre la mano invisible.
Desde que Adam Smith pontificó en su “Teoría de los sentimientos morales” que la mano invisible del mercado serviría para asignar con eficacia y equidad tanto los recursos como los productos de la actividad económica mediante la conjunción del interés personal de cada individuo, expresada a través de la competencia, la oferta y la demanda aplicando la política del laissez faire, laissez passer, el dios, el rey (o el príncipe de Maquiavelo) o la ley, el Estado al fin, dejaron de ser el Leviatán de Hobbes, para ser substituidos por el dios Mercado. Y desde entonces los mercados (hemos pasado ya del mono al politeísmo, o del dios unipersonal a una nueva forma de dios trino y uno, muchas personas distintas pero un solo dios verdadero) los mercados, decíamos, atemorizan al mundo y desnudan los gobiernos haciéndolos jugar como marionetas en su mano... ¿invisible?.
Pero, ¿es el Estado o el mercado quien debe tener el poder?
Respecto al estado democrático moderno, por más que este sea perfectible, no hay duda que es el Estado quien representa a los ciudadanos y quien por tanto debería ostentar el poder. Y es importante que todos, toda la sociedad, interioricemos este concepto.
Es cierto que el ciudadano normal tiene un cierto hastío de la política. Que acabamos diciendo que todos son iguales o todos hacen lo mismo. Vemos efectivamente el efecto, los hechos que ocurren, pero pocas veces nos detenemos a analizar sus causas.
Efectivamente, en el mundo actual, los márgenes de la Política son escasos y la riqueza está siempre en manos de los mismos, y son los mismos los que sufren la pobreza, más o menos edulcorada con un conjunto mayor o menor de medidas sociales.

Y, ¿por qué ocurre esto?
Dejemos a parte la pequeña política, así con minúsculas, de corruptos y corruptelas y hablemos de la Política, así en mayúsculas, como actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad.
Hoy el mundo, los ciudadanos normales, especialmente en Europa, estamos cabreados. Y tenemos mucha razón para estarlo. Hemos visto una crisis originada, esta vez de forma más nítida que crisis anteriores, por la ambición desmesurada y la especulación de unos pocos. Y, cuando algunos albergábamos la esperanza que esta crisis fuese la catarsis que lograse meter en cintura a los mercados, vemos perplejos como tras usar nuestros recursos para sanear los negocios de los culpables y salvar el sacrosanto mercado, es este quien impone sus reglas a los Estados quienes se convierten de nuevo en el alguacil alguacilado.

¿Estamos actuando correctamente?
Los ciudadanos nos manifestamos con lógica rabia contra el Estado que lo consiente. Pero, ¿lo hacemos con inteligencia?
Nunca la ira ganó una guerra. Puede incluso llegar a ganar una batalla o una escaramuza en una acción muy heroica y épica.. Pero las guerras las ganan los generales inteligentes. Estableciendo una estrategia, sabiendo cual es el enemigo, cuales los objetivos, cuales alcanzables en cada momento y en que orden, cuales son nuestras fuerzas y las suyas, y que capacidad de resistencia tiene cada uno. Y utilizando la táctica, sin perderse en combates valerosos pero ineficaces que al final nos debilitan más que al enemigo. Estudiando la maniobra que nos haga lograr cada uno de los objetivos avanzando y replegándose cuando sea necesario.
Y todos nosotros, ciudadanos cabreados, hicimos huelga contra el gobierno de turno. Y yo, pese a mi militancia en el partido del gobierno, también la hice. E hicimos huelgas y manifestaciones contra todos. Donde gobernaba la derecha, contra el gobierno de derecha. Y donde gobernaba la izquierda, contra el gobierno de izquierda. Ni siquiera pensamos si unos tomaban las medidas de ajuste por convicción y otros forzados por la situación. Unos querían adoptar medidas sociales, anticíclicas, keynesianas y fueron forzados a cambiarlas. Los otros eran los ya adoradores del mercado que actuaron contra los demás como sus agentes.
La consecuencia ha sido que donde hubo elecciones el gobierno ha salido derrotado o debilitado y donde las habrá pasará seguramente lo mismo. Independientemente del color de quien gobierne.
Y quede claro que no escribo desde mi militancia socialista. Escribo desde mi pensamiento y mi conciencia Socialistas.
Y entre tanto, ¿qué hacían los mercados? Pues celebrarlo y reírse de nosotros mientras veían como en el tablero de ajedrez los peones derrotaban alfiles pensando que le cortaban la cabeza a Luis XVI. Y como consecuencia, una sociedad más desorganizada, un Estado disminuido y deslegitimado y, como valor añadido, la proliferación de partidos extremistas, fascistas, racistas y xenófobos.
Y al final, el poder, más poder para el santísimo mercado. Y ¿a qué nos lleva esto?

El liberalismo.
Pues volvamos al padre que lo engendró, el ya mencionado Adam Smith.
Su tesis se basaba en que “la mano invisible del mercado, la suma de los egoísmos responsables repercutiría en beneficio de toda la sociedad y el desarrollo de la economía. Es una Ley de la Naturaleza que funciona con más eficacia cuanto menos se la perturba”.
"... a pesar de su egoísmo y rapacidad natural, a pesar que solo buscan su propia conveniencia... comparten con los pobres el producto de sus mejoras. Son llevados por una mano invisible a hacer casi la misma distribución de las necesidades de la vida que se habría hecho si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes y así, sin intentarlo, sin saberlo, avanzan en el interés de la sociedad”.
Su idea es que ya existe un orden natural aplicable a la economía, y que ese orden exige la no intervención del Estado, porque las cosas se van a acomodar conforme a una voluntad o mecanismo superior, omnisciente.
Su objetivo es reducir drásticamente la influencia de los gobiernos empezando por abstenerse de participar en la economía. Esto también supone una masiva reducción del tamaño de los programas sociales y el predominio de la ley de la oferta y la demanda en todos los ámbitos de la vida. Y ahí hemos dado el gran paso atrás.

Mi teoría sobre la evolución del Poder. (solo en los 2 últimos siglos)
Durante el siglo XX y especialmente en su segunda mitad, hemos ido ganando pequeñas parcelas de poder, arrebatándoselas al Poder. Y el Poder iba cediendo. Pero no lo hacía de buen grado. Lo hacía por temor a los movimientos revolucionarios del siglo XIX y principios del XX, y al contagio de la Europa del este. Cedía poder a instancias de sindicatos y partidos de izquierda, para evitar que le fuese arrebatado totalmente o de forma violenta. Pero para los ciudadanos era un avance. Pequeño, pero en el buen camino. Como lo fue en su día la desaparición de la esclavitud, del feudalismo o del absolutismo. Íbamos creando, poco a poco, el estado de bienestar. ¿El estado perfecto? No, por supuesto, pero si el mejor que existió en toda la historia. Y no supimos valorarlo y lo dejamos perder.
Dejamos de ser ciudadanos ¡qué bonita tenía que sonar esa palabra en la Francia revolucionaria! Y nos convertimos en consumidores. Dejamos la Política (preocupación por la ciudad, el estado, el pueblo) y nos convertimos en pequeños burgueses que disfrutábamos un maná que creíamos venido del cielo. Dejamos la reivindicación y convertimos el 1º de Mayo en una fiesta. Dejamos de luchar, y nos vencieron.
La desaparición del enemigo exterior, la URSS, les dio pie para asustarnos con un nuevo fantasma. La inseguridad ciudadana, fuese causada por la delincuencia común, las bandas organizadas o el terrorismo, local o internacional. Y mientras creíamos que el muñeco que agitaban los Bush, padre e hijo, era el gran monstruo ante cuyo altar renunciamos temerosos a la libertad a cambio de seguridad, el gran Leviatán acechaba desde atrás para dar el zarpazo definitivo al Estado del bienestar que a ellos tanto molesta y a nosotros tanto nos costó, incluida la muerte de muchos sindicalistas, conquistar.

El final del  Estado de bienestar.
Ya hace tiempo hablaban sin tapujos de que hay que trabajar más tiempo, producir más y ganar menos. Luego empezaron a cuestionar que el estado financie al 100% servicios como la educación o la sanidad. Cuestionan un sistema público de pensiones pretendiendo privatizarlo con los famosos planes de pensiones en los que si sobreviene una crisis acabas por pagar más que el capital que acumulas. Lo siguiente es imponer una negociación colectiva en la que no se referencien los sueldos al IPC sino a la productividad. Y mientras los ejecutivos de la gran banca que nos llevaron al caos, después de poner seguramente a buen recaudo sus capitales y vender las acciones de las empresas que iban a hundir, siguen percibiendo millonarios incentivos por la gran “productividad” con la que hicieron su trabajo.
Y según pasan los días van ocurriendo cosas como lo de Portugal, donde después de hacer el gobierno lo que le impone el Consejo de Europa (mayoritariamente de derecha) para superar una crisis originada por la derecha global, la derecha portuguesa se opone irresponsablemente forzando la dimisión del penúltimo gobierno progresista de Europa y dejando el camino libre a un ataque de los especuladores a España con lo que conseguirían un doble objetivo: Hundir en Europa la alternativa socialista y de paso cargarse la UE y el euro, cosa que ya intentó en su día George W Bush con la inestimable ayuda de Bleir, Aznar, Berlusconi y Durao Barroso.

¿Qué han de hacer los gobiernos?
Un gobierno o un país solo no puede enfrentarse ante ese gran Poder. El caso de España o el de Portugal son una prueba. Incluso a USA le sería difícil. Por eso es inútil que cada pueblo se enfrente a su gobierno. Hay que elegir gobiernos dispuestos a hacer políticas claras a favor de una salida de la crisis en la que al menos las cargas sean proporcionales a la capacidad de cada uno, y no una salida en la que mientras trabajadores y parados sufren las consecuencias de lo que no causaron, los ambiciosos culpables siguen enriqueciéndose, obteniendo buenos resultados y repartiéndose beneficios con las aportaciones que los estados les han entregado.
Los gobiernos que elijamos tienen que tener voluntad clara de buscar una salida a la crisis alternativa a la puramente liberal. No de destruir el capitalismo, pero sí de domesticarlo. Y concertar unos con otros las medidas necesarias para hacerlo. Para eso los ciudadanos tenemos que actuar para dejar claro el camino a seguir.

¿Hay alternativas?.
Y visto el problema, definido el enemigo, ¿qué estrategia seguir? Está claro que la que congregue tras de sí una clara mayoría social. Pero, ¿qué alternativas tenemos para escoger?
- La peor actitud es el pasotismo. Renunciar a hacer algo por indiferencia o impotencia. Seguiremos perdiendo poco a poco lo que nos queda. Seguiremos avanzando hacia atrás.
- ¿Nos vale una revolución como la soviética? Tampoco. La experiencia terminó mal y el sistema no funcionó.
- Poner nuestro granito de arena. Integrarse en ONGs que colaboran con los más desfavorecidos y palian los nefastos efectos del mercado. Bueno, necesario, admirable, pero insuficiente. El daño crece más rápido que la reparación.
- Otra, el antisistema o antiglobalización. Romántico y utópico, pero ineficaz. Como decíamos antes, heroicas escaramuzas que se estrellan contra los muros del castillo mientras intentamos deshacer sus cimientos con una cuchara. El mayor error es no querer ver la realidad y atacar molinos de viento.
No nos engañemos. La globalización no empezó hace unos años. La globalización es antigua como la historia. ¿No eran globales los imperios sumerio, griego o romano dentro del ámbito del mundo que conocían? ¿No se globalizó el mundo después de Colón? ¿Cuánto hace que existen las multinacionales, especialmente de la banca?
Se vuelve a desenfocar el objetivo. La globalización no es mala, no es el problema. El problema es su descontrol, la falta de gobernanza democrática sobre ella que hace, una vez más, que quien la controle sea el Poder.
El sistema social de mercado puede valernos si somos capaces de luchar por él e ir incrementando cada vez más su componente social. El mercado produce de forma bastante eficaz aunque no es eficiente en el reparto. Para ello hacen falta dos cosas. El control Político y por tanto social de su funcionamiento y mecanismos cada vez más amplios de reparto y disminución de las desigualdades. Por vía del gasto social, y por vía de los ingresos con imposición progresiva y control de los capitales.
Y ese control político, esa gobernanza global será eficaz, y esperemos que eficiente en la solución de otros problemas. Las guerras, la lucha contra el cambio climático, la explotación racional de los recursos y el avance ordenado y universalizado de la ciencia y la técnica, factores todos ellos necesarios para que el desarrollo y el progreso sean sostenibles.
Y, no podemos olvidarlo. El reparto y la solidaridad no tienen que ser solo en nuestros países. No debemos ni podemos olvidarnos del segundo, el tercer, el cuarto... mundos. Navegamos todos en el mismo barco, y o nos salvamos todos, o naufragaremos de nuevo. Por que es de justicia. Y debería bastar ese motivo. Pero incluso, para quien no sea suficiente ese motivo, por egoísmo. La historia enseña que no hay imperio que dure mil años. Los pueblos oprimidos siempre acaban levantándose. O los tenemos en cuenta y los incluimos en nuestra revolución o ellos harán la suya contra nosotros.
Ha habido varios intentos de establecer medidas de protesta. Hace unos meses un ex futbolista proponía retirar el dinero de los bancos. Ni el mismo lo hizo. Además, no se trata de eso. Si hundimos los bancos sin cambiar el sistema, acabaremos teniendo que pagar para salvarlos de nuevo.

Mi propuesta.
Voy a hacer una propuesta. Sé que será de difícil cumplimiento porque es la lucha de David contra un inmenso Goliat. Pero bueno, alguna vez gana David, y puede ganar ahora si todos los que entiendan y estén de acuerdo con este mensaje colaboran.
Este mensaje va en la línea del libro “indígnate” de Stéphane Hessel (ver por ejemplo http://www.edicionessimbioticas.info/IMG/txt/Indignate_.txt) y pretende ser un llamamiento para concretar la indignación en un acto. Para hacer visible ante los poderosos el poder de la mayoría indignada.
Quisiera que los sindicatos del mundo se hiciesen eco. Y convocasen, en todo el mundo una manifestación bajo estos lemas u otros similares:
“Contra el PODER”
“Por un mundo social y democrático”
“Por una globalización gobernada”
“El capital al servicio de la humanidad”
Y si no lo hacen ellos que lo hagamos los ciudadanos, los participantes en los actos. Por supuesto de forma pacífica. Tenemos que hacer una re-evolución que nos permita recuperar el camino que llevábamos.
Tenemos que hacer saber al gran Poder que estamos dispuestos a luchar contra su dominio. Y que o renuncia a los excesos de plusvalías y pone la productividad al servicio de los seres humanos, o renuncia al poder absoluto como en los últimos siglos han hecho las modernas monarquías europeas, o la moderna madame guillotine cortará sus cabezas, que no es exactamente donde llevan el cabello, sino donde centran su pensamiento. Su dinero.
Propongo, para hacer visible la protesta que los sindicatos adopten, sin perjuicio de llevar sus siglas y símbolos, el dibujo que figura al principio.
Ese dibujo no tiene, por supuesto, copyright ni nada similar. Quien quiera puede utilizarlo como estime oportuno. Sugiero carteles pegatinas y camisetas verdes con ese dibujo. Quien quiera puede elaborarlas para si y su circulo de amigos o para vender libremente. El autor busca un fin, no un beneficio.
Tenemos que fijar un día que sea el de los trabajadores, de los ciudadanos de a pie. De los ciudadanos capaces de luchar contra la injusticia y la desigualdad y por sus derechos. Tiene que ser un día de reivindicación, pero no contra los gobiernos o los partidos. Contra los verdaderos culpables. Contra el PODER. Y un día de pacto social entre los ciudadanos y los partidos, los sindicatos y los gobiernos que asuman sus reivindicaciones. 



 

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