miércoles, 15 de diciembre de 2010

Quo vadis Europa?

Si hace unos días el Tribunal de Estrasburgo atropellaba los derechos humanos al dar por válidos despidos laborales por causa de conciencia si el empleador era una confesión religiosa, ayer el Parlamento Europeo abrió un debate sobre los derechos laborales de los trabajadores inmigrantes, que menos mal que al final no fue aprobado.
Pero es grave ya el hecho de que en la Europa de los derechos, en la sociedad más avanzada, en la tierra de acogida, como era Francia por ejemplo, se plantee esa proposición.
España, como Italia, Irlanda y muchos otros países europeos, sobre todo del este, fue origen de emigración en décadas pasadas. Aún hoy muchos españoles complementan sus ingresos con pensiones recibidas de los países que en su día los acogieron. Y ahora a alguien se le ocurre aquí requisar las pensiones a las que los trabajadores inmigrantes tienen derecho por haber cotizado para ellas.
Pero no solo fuimos emigrantes. Fuimos además invasores, colonizadores, explotadores y esquilmadores de la riqueza del resto del planeta. Les arrebatamos sus riquezas, alteramos su equilibrio natural y secuestramos a sus jóvenes más fuertes en países como los del África negra para llevarlos como esclavos a nuestro servicio. Y ahora, en lugar de compensar el daño que les hicimos, pretendemos establecer y perpetuar un nuevo tipo de esclavitud. Que trabajen para nosotros pagándoles menos y sin derechos.
Y ahora resulta que la propuesta del Partido Popular Europeo, felizmente rechazada, situaría, en relación con los derechos de los emigrantes, a la Europa aún democrática por detrás del Convenio de Naciones Unidas de 1990 sobre la protección de derechos de todos los trabajadores inmigrantes y sus familias ratificado entre otros por países como Albania, Bosnia-Herzegovina, Turquía Serbia y Montenegro.
Y hablo de la “Europa aún democrática” porque el futuro a que nos conduce la actual deriva europea es, en una primera fase, un mercado laboral en el que los inmigrantes serán mano de obra barata en ventajosa competencia con la comunitaria, las empresas europeas se deslocalizarán para traer de Marruecos o Turquía trabajadores sin derechos y se producirá una situación de auténtico dumping social, en la segunda aumentará el paro de los nacionales y se rebajarán más aun los derechos de los trabajadores autóctonos que tendrán que negociar sus convenios a la baja, y en la tercera aumentará la xenofobia y el racismo creándose el caldo de cultivo ideal para el triunfo de ideas fascistas y nazis.
Rafa Castillo.

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