miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crisis o catástrofe.

Lo primero que cabe señalar es que el pueblo ha hablado y el pueblo no se equivoca nunca. Por tanto somos todos aquellos a quienes no nos gustaron los resultados quienes tenemos que analizar porqué nos abandonaron los votantes y, en su caso, promover los cambios necesarios para recuperar el apoyo popular.
No podemos quedarnos simplemente con que el candidato no valía. Rubalcaba tiene una clara trayectoria política caracterizada por su constancia, trabajo, eficacia, postura de izquierda y claridad de discurso.
La acción del gobierno, y el hecho de que toda Europa esté metida en el círculo vicioso que hace que en cada elección caiga el gobierno de turno, puede explicar la derrota, pero no su magnitud.
Símbolo del partido. Cuadrado rojo con un puño y una rosa en blanco.
Tuvimos un programa, con datos contrastados, y se explicó bastante bien. Y enfrente tuvimos un partido que ocultó su programa, cuya actuación en la oposición fue nefasta y que no presentó propuestas que todos intuíamos.
El primer análisis a hacer es a donde se fueron nuestros votos. Estimo que muy pocos al PP. Su crecimiento se debe al crecimiento demográfico, a la recuperación de abstenciones de 2008 desencantados cuando el propio Rajoy era cuestionado, y a incorporación de votos de partidos de extrema derecha. Más del 50% de los votos que perdimos se fueron a la abstención. El resto fundamentalmente a IU y UPyD, una parte en Catalunya a CiU, en Euskadi algunos a AMAIUR y el resto a los ecologistas y otros partidos alternativos.
Las series electorales de los últimos años dejan claro que el PP tiene una horquilla electoral estrecha, con suelo firme y techo rígido, muy estable. Poco varían los votos populares cuando ganan o pierden. Ello está en que su base electoral coincide con su base social y por lo tanto no necesitan captar electores. Les basta con movilizar a los suyos. Y eso lo hacen maravillosamente con sus habituales hooligans.
Esa base sociológica no se corresponde solo con las capas económicamente altas de la sociedad, sino que se amplia también a los niveles más bajos. Y este es el sector a quien dirigen sus mensajes, porque también es el que se les puede escapar con el tiempo.
Los primeros no necesitan mensaje. Las gentes adineradas, los grandes propietarios, los altos funcionarios o profesionales liberales, los empresarios en general, saben que la actuación de la derecha va a beneficiar sus intereses e incluso mantenerlos en su posición de élite estrechando el paso a que los demás logren su nivel.
Pero también en las capas medias y bajas de la sociedad hay votantes del PP. De otro modo no se explicaría el número de votos, ya que los otros son menos numerosos. Y estos, aunque vean que es el PSOE quien establece las mejoras sociales, una vez logradas no les importa quien gobierne pues no temen su desaparición.
Estos electores se nutren de mensajes simples en los que el PP es experto. “Bajaremos los impuestos”, “los delincuentes cumplirán las condenas íntegras”, “seremos un gobierno serio”, “no se puede gastar lo que no se tiene” y un sinfín de frases que oímos en dos sitios sin a veces darnos cuenta de ello. En los discursos de los populares, y en las barras de los bares.
 
En la izquierda, en cambio, la base electoral no se corresponde totalmente con la social. Aquella es importante, en torno a los votantes del 20-N, y nos establece una firme base electoral de la que sería difícil bajar. Pero nuestra horquilla electoral es amplia y nuestro techo variable en función de la capacidad que tengamos de ilusionar a esa base social.

Si eso es así, el partido se juega en dos estadios distintos y es inútil intentar quitarles el balón. No es como el fútbol o el baloncesto un juego de disputar el balón. Se trata simplemente de correr más que el adversario cada uno en su calle. Olvidemos pues, al menos temporalmente, porqué sus votantes votan al PP y centrémonos en como movilizar a los nuestros.

Tenemos una oportunidad ya que excepto en las comunidades históricas, se abre un plazo de 3 años y medio para municipales y autonómicas y 4 para las generales. Es por tanto el momento de hacer y definir un proyecto amplio que defina la alternativa socialista del siglo XXI a medio y largo plazo. Recuperar la utopía y sentar en ella nuestro horizonte. Horizonte que por supuesto se ampliará según avancemos. Y en ese camino iremos construyendo los programas para cada momento como plasmación de aquel, programas que así no serán una suma de ocurrencias coyunturales sino la concreción del proyecto en la coyuntura.
Pero me temo que hemos empezado mal. Con el horizonte temporal que tenemos delante no hay prisa para hacer ya un congreso a corto plazo que impedirá el verdadero debate ideológico y se centrará nuevamente en las personas. Y luego vendrá una conferencia política en la que las bases solo serán invitados y el debate se substituirá por discursos.

Las prisas en la convocatoria no pueden ser más que motivadas por determinados elementos del aparato para consolidarse y evitar la emergencia de nuevos valores. Y por este camino los resultados serán para los socialistas no una crisis de la que salir renovados, sino una catástrofe que anticipará nuestro final.
Decía Albert Einstein, Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.
Rafa Castillo.

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