lunes, 14 de mayo de 2018

Si yo fuese Pedro Sánchez.

Puede que me equivoque estrepitosamente, pero estoy convencido que el problema de Catalunya está, esta vez sí, en vías de solución. O al menos de aplazamiento. Porque en esta partida se juegan muchos intereses. Me explico.
El Gobierno Rajoy necesita aprobar los presupuestos. Y para eso necesita los votos del PNV. Votos que no tendrá si no se retira el 155. Para el PNV, lograr levantar el 155 sería un gran éxito político que le permitiría aprobar, sin complejos, unos presupuestos que le interesan.
Y luego están los catalanes. No creo que ni Quim Torra tenga grandes deseos de ir a la cárcel, ni que encuentre 10 o 12 héroes dispuestos a ser nombrados consellers, desobedecer la ley e ir a la cárcel o al exilio. Más bien creo que lo que están deseando es que los actuales presos salgan de la cárcel, que los huidos regresen, que se les aplique la libertad con fianza y tras un juicio que penas leves el Gobierno les conceda el indulto.
Se objetará que esta descripción no casa con el discurso de Torra en la investidura. Pero solo es un discurso destinado a lograr la abstención de la CUP. Y una vez investido vendrá la real politic. Y en un nuevo discurso, sin abandonar el objetivo de la independencia, dirá que toca recomponer e autogobierno para, en su día, tener las condiciones que permitan alcanzarlo.
Por eso no me extrañaría que entre unos y otros hubiese un pacto. Un pacto táctico, por la confluencia de intereses, o incluso un pacto secreto con la mediación del PNV. O simplemente un pacto de cada parte con el PNV que actuaría así de árbitro y garante. Si el gobierno no levanta el 155 por la presión de C’s, no aprueba los presupuestos. Si el gobierno catalán no rectifica, aprueba los presupuestos pues en mantenimiento del 155 es culpa de los catalanes.
Hay pistas que apoyan esta tesis. Pese a la radicalidad del candidato a President, no olvidemos que muchas veces no son los más radicales en el discurso los más extremistas en las actuaciones. Tardá o Oriol Junqueras pueden ser dos ejemplos. Y por otra parte no olvidemos lo dicho por el refrán: perro ladrador…
También sorprende la prudente actuación de Rajoy en estas últimas semanas. El Gobierno no recurrió los votos delegados, con el consiguiente cabreo de Ciudadanos, cuando la simple presentación del recurso ante el TC suspendería la investidura. Y su moderada intervención tras el duro discurso de Torra: no juzgaremos los discursos si no los actos que se produzcan.
Y por eso el ultranacionalismo español de Albert Rivera está desquiciado. Porque si el problema catalán se soluciona, perderá el impulso electoral que le está dando. Y así un día proclama que dejará de apoyar el Gobierno en la aplicación de 155 y al día siguiente exige que PP y PSOE apoyen mantenerlo.
Por eso, si yo fuese Pedro Sánchez, haría una jugada arriesgada. Si fracasa, peor que estamos no íbamos a quedar. Pero si sale bien consolidaría a Sánchez no solo como líder el PSOE, sino incluso del país. Como hombre de Estado. Es difícil, pero valdría la pena intentarlo.
Se trataría de hacer una oferta a ambas partes, a los dos gobiernos, a cambio de un diálogo sincero y abierto entre los partidos y entre los gobiernos, dentro del marco constitucional y naturalmente, no de igual a igual. Pero si con respeto mutuo.
A cambio ofrecería estabilidad política a ambos gobiernos. Dejo sentado un principio. Jamás aprobaría un presupuesto del PP porque es la antítesis del que yo haría. Pero si la solución de un grave problema de con-vivencia del país lo exige, con pinzas en la nariz, me abstendría en la votación del presupuesto, y si es consiguiendo alguna mejora, mejor. Así liberaría al gobierno de la dependencia de C’s, que quedaría solo como obstáculo para la solución, siempre que el gobierno esté dispuesto a actuar con amplitud de miras.
Y también, una vez investido el President, garantizaría la estabilidad del Gobern en todas sus actuaciones dentro del marco constitucional. Así lo liberaría de la presión de la CUP de forma que el nacionalismo catalán pueda rectificar su camino y mantener sus aspiraciones dentro del respeto a la Ley y la Constitución. Constitución que, no olvidemos, puede y necesita, y no solo en el título VIII, ser reformada.
Y el PSOE podría tener un gran protagonismo mediando en el diálogo entre los gobiernos, e impulsando el diálogo entre los partidos. Posiblemente en dos mesas. Los gobernantes en una, y todos en la otra.
Pedro. Es tu hora.
Rafa Castillo.

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