lunes, 28 de noviembre de 2011

El traje nuevo del Emperador.

Emperor Clothes 01.jpg

En resumen, el cuento del traje nuevo del Emperador, de Hans Christian Andersen, nos habla de un rey al que engaña un sastre diciendo que le hará un traje que solo quien esté preparado para su trabajo podrá ver siendo invisible para los demás. Tras cobrar su precio, hace que le entrega un inexistente traje, pero el rey y todos los cortesanos dicen verlo para no desvelar su incapacidad, hasta que un niño chilla que el rey va desnudo.
Desde la época del Presidente Suárez venimos oyendo aquello de la soledad e incomunicación de la Moncloa. Naturalmente no podemos exigir que un presidente, un ministro o un líder de un partido pise la calle a diario. Y tiene, por tanto, que usar otros modos de pulsar la realidad de la sociedad. El problema está en saber si lo usan.

Cada vez la gente, y sobre todo en la izquierda social, se siente más alejada de sus representantes. Pero, desgraciadamente, los políticos solo se informan por las encuestas y la prensa. Y esta tampoco les informa sobre la realidad más que de una forma sesgada en función de su editor.
Solo en dos ocasiones se encuentran los políticos con sus bases que, estas sí, están más en contacto con la sociedad. Los congresos y las campañas electorales.Desde hace años, los congresos se limitan a ser reuniones con más invitados que participantes, llenos de discursos (información de arriba abajo) y reuniones de ponencias para debatir, rápidamente que luego hay que salir de marcha, un documento corta-pegado del anterior congreso, que casi nadie leyó y del que se extraen unas conclusiones que casi nadie, ni los dirigentes, leerán. Pero eso sí. Será con pequeños retoques la base del siguiente congreso.
Con los mítines pasa algo semejante. Solo los militantes y simpatizantes acudimos a ellos. Sirven para levantar más o menos la moral, pero no para captar votos nuevos. Para decir genialidades sobre los rivales y elementos simples sobre los programas. Está bien, pero no es suficiente.
Y lo más curioso se produce cuando al final de un acto, de una cena mitin por ejemplo, el militante de base tiene su minuto para tocar al dirigente e intercambiar unas palabras. Es entonces cuando ocurre lo contrario de lo que debería ocurrir. En lugar de ser el líder, quien aprovechase el contacto para preguntar a su compañero por el pulso de la calle que él, por su ocupación, no puede percibir, es el militante quien le pregunta como va la “cosa” para saber si esa leyenda urbana de las encuestas internas desmiente la unanimidad de las publicadas.
Y así es como todos vemos nítidamente el traje invisible del emperador desnudo.
Rafa Castillo.

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