domingo, 4 de diciembre de 2011

¡No lo hagas, Sarko!

El Presidente francés, Nicolás Sarkocy, nos amenaza con la refundación de Europa. Ya hace dos años propuso refundar el capitalismo, y así estamos. Con el capitalismo más salvaje que ninguno recuerda. En lugar de que los gobiernos lo controlen, como esperábamos todos, es él quien controla los gobiernos, da “golpes de mercado” como en Grecia o Italia, y nos gobierna a todos a través de sus médiums, Ángela Merkel y las agencias de calificación de riesgos.
Que Europa necesita un cambio radical, nadie lo pone en duda. Pero un cambio hacia más Europa, no a más dominio del eje franco alemán. Y no quiere eso decir que no haya que reconocer el peso de ambos países como principales contribuyentes a la unión y locomotoras indispensables para su crecimiento.
Pero los demás países, del mayor al más pequeño, no somos unos simples parásitos de la contribución alemana. Nuestra relación es simbiótica, de la que todos nos beneficiamos. Francia y Alemania no podrían crecer sin tener un importante mercado seguro como la UE.
Y teniendo claro que es necesaria la refundación, esta tiene que hacerse de acuerdo a los principios comunes de la unión, la democracia, el debate y el acuerdo entre todos, y no de forma improvisada y menos impuesta por la obligación del mercado.
Claro que tenemos que tener una política fiscal común, y muchas otras políticas. Claro que tenemos que ceder nuestra soberanía a la soberanía europea, igual que cada individuo o pueblo lo hace hacia su Estado. Pero no sería la Europa que queremos, si se nos expropia. Ello daría pie a más ultranacionalismos y posiciones fascistas.
La reforma europea necesitaría, en primer lugar, reformas constitucionales previas en la mayoría de los países. No podemos permitir que un país, grande o pequeño, vuelva a frustrar un intento como fue el de la Constitución Europea. Para evitarlo debería primero cada país hacer la reforma que dejase claro cuál es el límite de cesión a que está dispuesta, y luego negociar hasta completar el puzzle.
Y esas reformas constitucionales deberían evitar que el acuerdo definitivo tuviese que someterse a referéndum, substituyéndolo por un proceso de mayoría parlamentaria reforzada. El riesgo del referéndum es que en el voto negativo se suman los que quieren más Europa y los que no, situación que se salva mejor en un debate parlamentario.
Y mientras eso no se haga, habrá que buscar algún mecanismo que permita que Europa de soluciones a los problemas en tiempo real, en lo que deberían jugar un papel importante el Parlamento Europeo y la Comisión, para que nuestra actuación conjunta no sea un simple contrato de adhesión, letra pequeña incluida, a las decisiones franco alemanas.
Rafa Castillo.

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