sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Exceso de formación?

Las estadísticas no son nunca exactas, pero permiten tener una imagen aproximada de la realidad. El problema es hacer el análisis cuando sus resultados parecen ser contradictorios.
De siempre se ha hablado del importante nivel de fracaso escolar en España. Parece ser que en la pasada década se incremento por el abandono escolar causado por el dinero fácil que veían muchos jóvenes en la construcción.
Y sin embargo, un reciente estudio acaba de decir que nuestro país tiene el mayor número de trabajadores cualificados por encima de su puesto de trabajo. Naturalmente este es también un problema. Esos ciudadanos tendrán un importante nivel de frustración e insatisfacción con su papel en la vida lo que constituye fundamentalmente un problema personal y familiar, y además económico, ya que esa es una importante causa de una menor productividad.
Pero, ¿cuál es la causa de esa aparente contradicción?
Como siempre lo más seguro es que haya varios motivos y por tanto varios responsables. Y también que haya éxitos mal enfocados. O una cierta eficacia no eficiente.
Que tengamos un superávit de preparación nos muestra que el sistema educativo no fracasa a la hora de dar el nivel de formación. Que nuestra juventud sale, en un número apreciable, bien formada. Quizás lo que haya es una falta de orientación a los alumnos a la hora de elegir el itinerario formativo.
Hay también, dentro de la buena voluntad de padres y madres, una supravaloración de las carreras de nivel superior llegándose a un número de titulados muy superior a la demanda social. Y cuando al alumno se le lleva a un fin para el que puede estar menos capacitado, en ocasiones, puede terminar en fracaso escolar. Naturalmente no puede culparse a los padres de esa aspiración. Es nuevamente el sistema quien tiene un fallo.
Finalmente se puede plantear si las empresas en general están al nivel de nuestros profesionales. O si nos conformamos con ser un país de servicios. Falta esfuerzo por su parte, faltan empresas industriales y falta más inversión del sector público en I+D+I. Quizás sea el momento de dejar de subvencionarlas por el simple hecho de crearlas y concentrar la ayuda pública solo en aquellas que generen nuevas actividades o producciones.
Entonces habrá que analizar que salidas se nos presentan para paliar esta situación.
Una es la de la derecha en general que coincide con el resto de su ideario. La competitividad y el esfuerzo (y el negocio como un fin) que incluye un coste económico para que, al tiempo que se adelgaza al Estado, sirva para disuadir al “exceso” de estudiantes.
Por supuesto que es una propuesta deshechable. Peor que el exceso de titulados es que se rompa el principio de igualdad de oportunidades. Uno, y debería bastar, por ser de justicia. Pero además, nada garantiza que entre los que más medios tienen estén los más cualificados. Por eso sería también un error social y económico.
Mención especial por detestable merece el actual experimento de Esperanza Aguirre en la comunidad de Madrid. Los centros de excelencia en los que segregan a quienes consideran más capacitados para que estudien en un mundo aparte. Sin olvidar el problema de los superdotados, esa solución puede crear grandes científicos, pero todos “locos” lejos del mundo real.
Como ellos mismos dicen cuando les conviene (al hablar de religión) la escuela no es solo un centro para estudiar asignaturas, sino de formación integral y preparación para la vida real. Y lo mismo puede decirse de esa otra segregación por sexos ya establecida en algunos centros.
La solución pasa por todo lo contrario. Más inversión pública en educación para mejorar su calidad y que todos tengan realmente igualdad de oportunidades. Mayor reconocimiento de la formación profesional. Mayor permeabilidad entre itinerarios de forma que quien empiece los estudios de BAC o inicie una carrera, pueda sin problemas acceder a la FP.
Y para que esto sea efectivo, más orientadores sobre todo en los últimos cursos de cada nivel, para detectar las cualidades y proponer la mejor alternativa, y también en los primeros cursos de cada nivel, para que, reconocida en su caso la dificultad de la opción elegida, pueda reorientarse hacia otra sin necesidad de abandonar los estudios o ir probando una tras otra.
Pero me temo que en los próximos años no vayan por ahí los tiros.
Rafa Castillo.

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