“Vuestros hijos no
son vuestros hijos.
Son los hijos y las
hijas de la llamada de la vida a sí misma.
Vienen a través
vuestro, pero no de vosotros.
Y aunque estén con
vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles
vuestro amor pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen
sus propios pensamientos.
Podéis abrigar sus
cuerpos pero no sus almas, pues sus almas habitan en la mansión del mañana, que
vosotros no podéis visitar ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros
en ser como ellos, pero no intentéis hacerlos a ellos como a vosotros.
Ya que la vida no
retrocede, ni se detiene en el ayer.
Sois los arcos por
los que vuestros hijos, cual flechas vivas, son lanzados.
El Arquero ve el
blanco en el camino del infinito y Él, con Su poder, os tensará, para que Sus
flechas puedan volar rápidas y lejos.
Que la tensión que
os causa la mano del Arquero sea vuestro gozo, ya que así como Él ama la flecha
que vuela, ama también el arco que permanece inmóvil.”
Este texto del
escritor libanés, y residente en USA, Khalil Gibran (1883-1931), recogido en su
afamado libro “El Profeta” (cuya lectura recomiendo), nos demuestra que decir
que “los hijos no son propiedad de los padres” no es un invento socialista,
comunista, de Cuba o de la URSS, o del “nefasto gobierno rojo de Sánchez”, sino
fruto de la reflexión de grandes pensadores.
Nuestros hijos, así
en plural, deben de ser educados por sus padres naturalmente. Ellos tienen todo
el derecho del mundo a explicarles su forma de pensar, e incluso a justificarse
por ella. Pero no se la pueden imponer. Ellos tienen derecho a conocer la
realidad y la pluralidad de la sociedad en que viven y de la que vivirán en su
futuro. Y, como serán parte de nuestra sociedad, tienen el derecho a ser
educados para vivir y convivir en ella, y la sociedad tiene derecho a que sus
futuros miembros sean educados en la tolerancia y el respeto a todos.
Pero esto del mal
llamado pin parental, que en realidad es un veto Neandertal, no es más que
postureo. O alguien es tan ingenuo para pensar que sus hijos, criados en la
ignorancia de la realidad, no buscarán suplir la enseñanza, científica e
impartida o supervisada por profesionales, por lo que cuenten sus amigos o a
través de internet? Es que no se van a dar cuenta de la existencia de la
homosexualidad, por ejemplo, cuando vean que dos compañeros del mismo sexo se
casen?
No. De lo que se
trata es de imponer el pensamiento del patriarcado. Como con la homofobia, la misoginia
o la violencia de género. O el temor a los inmigrantes que amenazan nuestra
cultura. Débil debe de ser el armazón cultural de quien teme que su cultura
puede ser amenazada por otros que, por desgracia, en muchos casos no saben
leer.
Mi hijo es mío y
tiene que ser educado “como dios manda”. Por eso los padres, seamos claros el
padre, es el único con derecho a decidir sobre su futuro. Que sexualidad debe
de tener, cual ha de ser su profesión en el futuro, y, si es hija, hasta con
quien debe casarse. Faltaría más!
En el fondo tienen
miedo a comparar su forma de pensar, anclada en la antigüedad, con las
enseñanzas que eventualmente reciban sus hijos. Como podrían debatir con ellos?
Ah, no! Yo no tengo que debatir con mi hijo. Solo adoctrinarlo en el recto
camino.
Y así, una
generación después, seguiremos conviviendo con la homofobia y la violencia de
género.
Rafa Castillo.
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