La pandemia
ocasionada por el COVID-19 es, sin duda, el primer fenómeno que afecta a todos
los humanos en los últimos siglos. Ni siquiera las llamadas guerras mundiales
llegaron realmente a serlo. Podría decirse, y con razón, que fenómenos como el
cambio climático nos afectan a todos, pero ni con los años que lleva en el
candelero, logró concienciar a una gran parte de la sociedad. En los pocos
meses que lleva, el COVID, sí.
Y esta afectación
global traerá cambios importantes en nuestra vida y nuestra organización social.
Unos serán de medio plazo. Otros lo serán para siempre. Y es importante
señalarlos para orientarlos de la forma más conveniente para la sociedad y
evitar que el gran Poder, vuelva a sacar tajada a cuenta nuestra.
Y empecemos, para
que no nos acusen de arrimar el ascua a nuestra sardina, por analizar los
paradigmas del progresismo y la izquierda que pueden salir tocados.
No podemos, ni
debemos, olvidar la importancia del cambio climático que debemos detener antes
de que se haga irreversible. Pero no cabe duda de que tenemos que redefinir,
también en eso, determinados planteamientos. Algunos ya han sido cuestionados
de facto.
Hasta ahora, y con
razón, hablábamos de la potenciación del transporte público colectivo para
reducir el impacto del privado. Los autobuses urbanos o los vagones del metro,
reducían al mínimo las plazas sentadas para aumentar las plataformas en las que
se viajaba de pie y juntos para aprovechar el espacio. Y a partir de ahora?
El plástico era
otro de los enemigos a batir. La reducción de los plásticos de un solo uso. Pero
llegó la pandemia. Quien quiere ahora alimentos que no estén bien embolsados y que
sean manoseados por otros consumidores? Incluso puede que llegue a plantearse sustituir
envases de papel (azúcar, por ejemplo) por plástico para que sea más fácil su
desinfección.
Elementos
positivos? Constatar que la reducción de emisiones tiene efectos positivos en
el medio ambiente, contaminación y capa de ozono. Que se puede vivir con menos
consumo. Y que se puede viajar menos por cuestiones laborales.
Solución? La
proponía en 1977 el brasileño Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista):
“Yo no estoy contra
el progreso
si existiera un
buen consenso.
Errores no corrigen
otros
eso es lo que
pienso.”
No es posible
(seguramente tampoco conveniente) una drástica reducción de la movilidad. Si bien
muchos desplazamientos, por trabajo fundamentalmente, si pueden eliminarse sustituyéndolos
por videoconferencias y reuniones virtuales.
Solución a medio
plazo. Invertir en investigación en vehículos alternativos que no consuman
combustibles fósiles. En esta línea propongo dos alternativas no excluyentes. Una
son los vehículos eléctricos cuya chapa exterior sea hecha de pequeños paneles
solares que le den mayor autonomía y permitan reducir el peso y la dependencia
de baterías. Recuerdo haber visto un prototipo en la Expo-92 de Sevilla.
Otra, aprovechar el
elemento más abundante en la superficie de la tierra, absolutamente reciclable
y de contaminación 0. El agua. El agua (H2O) se descompone
fácilmente en oxígeno, (O2) e hidrógeno, H2). Esta descomposición
(electrólisis del agua) se produce mediante la electricidad. Electricidad que
debería proceder, naturalmente de fuentes limpias, fotovoltaica y eólica en la
actualidad.
El resultado sería
el oxígeno, que se soltaría a la atmósfera, y el hidrógeno, que se embotellaría
a presión como se hace con el butano. El oxígeno, como se sabe es comburente, y
el hidrógeno es combustible. Pero esta combustión sería totalmente inocua. Su resultado
es vapor de agua que vuelve a la atmósfera y de allí a ríos y mares (ciclo del
agua). Ni rastro de gases de efecto invernadero. Y saldo de consumo 0 de
oxígeno, ya que consume el que hemos soltado en la electrolisis. Además, el
proceso de descomposición del agua dejaría una mínima parte de residuos, los minerales disueltos en ella, que podrían
ser aprovechados.
Solución a corto
plazo. En tanto no avanza esa investigación. Seguir fomentando el transporte
colectivo, cuyo precio deberá ser subvencionado al reducir el número de plazas,
ya que su coste no podría ser asumido por las empresas, pero tampoco
repercutido a los usuarios.
Y nos queda el
plástico. Independientemente de que muchos son prescindibles (bastoncillos,
pajitas, platos, vasos y cubertería, juguetes…) una gran parte de la función
que realiza el plástico es imprescindible. Pero digo la función, no el
plástico. Aquí hay que establecer dos líneas de investigación no incompatibles
entre sí. La que lleve a la producción de nuevos materiales de utilidad y
propiedades similares, y la de procedimientos para biodegradar el plástico.
Y transversalmente
a lo dicho, queda claro que la producción de electricidad debe de tender
rápidamente a sustituir la de origen fósil por la producida por energías limpias.
Porque liberarnos
del COVID-19 no debe impedir liberarnos del cambio climático.
Rafa.
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