lunes, 1 de junio de 2020

La nueva normalidad (1).


La pandemia ocasionada por el COVID-19 es, sin duda, el primer fenómeno que afecta a todos los humanos en los últimos siglos. Ni siquiera las llamadas guerras mundiales llegaron realmente a serlo. Podría decirse, y con razón, que fenómenos como el cambio climático nos afectan a todos, pero ni con los años que lleva en el candelero, logró concienciar a una gran parte de la sociedad. En los pocos meses que lleva, el COVID, sí.
Y esta afectación global traerá cambios importantes en nuestra vida y nuestra organización social. Unos serán de medio plazo. Otros lo serán para siempre. Y es importante señalarlos para orientarlos de la forma más conveniente para la sociedad y evitar que el gran Poder, vuelva a sacar tajada a cuenta nuestra.
Y empecemos, para que no nos acusen de arrimar el ascua a nuestra sardina, por analizar los paradigmas del progresismo y la izquierda que pueden salir tocados.
No podemos, ni debemos, olvidar la importancia del cambio climático que debemos detener antes de que se haga irreversible. Pero no cabe duda de que tenemos que redefinir, también en eso, determinados planteamientos. Algunos ya han sido cuestionados de facto.
Hasta ahora, y con razón, hablábamos de la potenciación del transporte público colectivo para reducir el impacto del privado. Los autobuses urbanos o los vagones del metro, reducían al mínimo las plazas sentadas para aumentar las plataformas en las que se viajaba de pie y juntos para aprovechar el espacio. Y a partir de ahora?
El plástico era otro de los enemigos a batir. La reducción de los plásticos de un solo uso. Pero llegó la pandemia. Quien quiere ahora alimentos que no estén bien embolsados y que sean manoseados por otros consumidores? Incluso puede que llegue a plantearse sustituir envases de papel (azúcar, por ejemplo) por plástico para que sea más fácil su desinfección.
Elementos positivos? Constatar que la reducción de emisiones tiene efectos positivos en el medio ambiente, contaminación y capa de ozono. Que se puede vivir con menos consumo. Y que se puede viajar menos por cuestiones laborales.
Solución? La proponía en 1977 el brasileño Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista):
“Yo no estoy contra el progreso
si existiera un buen consenso.
Errores no corrigen otros
eso es lo que pienso.”
No es posible (seguramente tampoco conveniente) una drástica reducción de la movilidad. Si bien muchos desplazamientos, por trabajo fundamentalmente, si pueden eliminarse sustituyéndolos por videoconferencias y reuniones virtuales.
Solución a medio plazo. Invertir en investigación en vehículos alternativos que no consuman combustibles fósiles. En esta línea propongo dos alternativas no excluyentes. Una son los vehículos eléctricos cuya chapa exterior sea hecha de pequeños paneles solares que le den mayor autonomía y permitan reducir el peso y la dependencia de baterías. Recuerdo haber visto un prototipo en la Expo-92 de Sevilla.
Otra, aprovechar el elemento más abundante en la superficie de la tierra, absolutamente reciclable y de contaminación 0. El agua. El agua (H2O) se descompone fácilmente en oxígeno, (O2) e hidrógeno, H2). Esta descomposición (electrólisis del agua) se produce mediante la electricidad. Electricidad que debería proceder, naturalmente de fuentes limpias, fotovoltaica y eólica en la actualidad.
El resultado sería el oxígeno, que se soltaría a la atmósfera, y el hidrógeno, que se embotellaría a presión como se hace con el butano. El oxígeno, como se sabe es comburente, y el hidrógeno es combustible. Pero esta combustión sería totalmente inocua. Su resultado es vapor de agua que vuelve a la atmósfera y de allí a ríos y mares (ciclo del agua). Ni rastro de gases de efecto invernadero. Y saldo de consumo 0 de oxígeno, ya que consume el que hemos soltado en la electrolisis. Además, el proceso de descomposición del agua dejaría una mínima parte de residuos,  los minerales disueltos en ella, que podrían ser aprovechados.
Solución a corto plazo. En tanto no avanza esa investigación. Seguir fomentando el transporte colectivo, cuyo precio deberá ser subvencionado al reducir el número de plazas, ya que su coste no podría ser asumido por las empresas, pero tampoco repercutido a los usuarios.
Y nos queda el plástico. Independientemente de que muchos son prescindibles (bastoncillos, pajitas, platos, vasos y cubertería, juguetes…) una gran parte de la función que realiza el plástico es imprescindible. Pero digo la función, no el plástico. Aquí hay que establecer dos líneas de investigación no incompatibles entre sí. La que lleve a la producción de nuevos materiales de utilidad y propiedades similares, y la de procedimientos para biodegradar el plástico.
Y transversalmente a lo dicho, queda claro que la producción de electricidad debe de tender rápidamente a sustituir la de origen fósil por la producida por energías limpias.
Porque liberarnos del COVID-19 no debe impedir liberarnos del cambio climático.
Rafa.

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