miércoles, 23 de diciembre de 2015

Y ahora, qué?


Hasta el día 20, los ciudadanos reflexionamos sobre el destino de nuestro voto. Desde el día 20, corresponde a sus destinatarios reflexionar sobre el sentido de nuestro voto. Y eso es lo que tenemos que exigir que hagan.
Ni espero, ni me importa que lo hagan, los del pensamiento único y simple ni los de sus nuevas generaciones modernizadas. Me dirijo a los míos, al PSOE y a todos los demás que desde posiciones más próximas o más alejadas comparten la necesidad de una política más social y más de izquierda. Y los primero que les digo que es la hora de la grandeza y que sobran todos aquellos cuyo interés es el tactismo, desde fuera para comer espacio a otros partidos y desde dentro para cargarse a algún líder.
Hay en el PSOE barones y baronesas que creen que lo mejor es no pactar un gobierno de izquierda y liderar la oposición a Rajoy en espera de rentabilizar en las próximas elecciones el fracaso de un gobierno en minoría. Y se equivocan y actúan mal. Se equivocan porque su oposición pasará desapercibida en la opinión pública donde tenemos perdida la batalla ante podemos. Y porque el mínimo pacto de estado que haya que hacer, y puede que alguno haya que hacer objetivamente, dará pie a la resurrección del mensaje, simple pero efectivo, de que de nuevo gobierna el PPSOE. Y actúan mal porque si el gobierno fracasa le irá mal a España. Y, en mi opinión, si lo hacen bien conforme a sus criterios también.
Y en sentido contrario. También en Podemos están usando la calculadora de votos. A ellos si les vendría bien una repetición de elecciones. Saben que en este caso se comerían al PSOE hasta convertirlo en un partido marginal, y con sus votos se convertirían en una auténtica alternativa de gobierno. Curiosamente este mismo argumento lo utiliza al PP para presionar al PSOE para que le deje gobernar. Si se repiten las elecciones, desaparecéis.
Esta táctica de los de Pablo Iglesias se debe en gran parte a la concepción mesiánica de algunos de sus dirigentes. Solo ellos representan auténticamente a la gente y por tanto solo ellos son la solución. Así pues, mejor no pactar con los socialistas y que se repitan las elecciones. Y la prueba de que en Podemos no quieren un pacto de izquierda es donde han situado las líneas rojas. ¿En la política social o el establecimiento de impuestos progresivos? ¿En el salario mínimo, en las pensiones o en la renta social? ¿En la nacionalización de la banca o el freno a las privatizaciones? ¿En la dación en pago o el fin de los desahucios? ¿En la reforma electoral o el mandato revocable? ¿En la supresión de altos cargos o el fin de las puertas giratorias? ¿En la lucha decidida contra la corrupción o el fraude? ¿En el fin de la Monarquía y la supresión del Senado?
No. La línea roja de Podemos está ahora en el referéndum vinculante para la autodeterminación de Catalunya. Como ilustra bien la tira de Peridis en El País, “antes éramos bolivarianos, después fuimos socialdemócratas y ahora somos soberanistas”. Y se establece esta línea roja porque se sabe que es la única que no se puede aceptar. En casi todas las otras se podría negociar o podrían ser aplicadas parcial o gradualmente. Pero esta no. Porque el PSOE no está de acuerdo, porque es ilegal y porque no se podría aplicar porque el PP la recurriría.
Que no se equivoque Iglesias. Sus votantes, en la euforia de unas elecciones que les resultaron emocionantes y esperanzadoras, descontaron el tema del referéndum. Le sirvió para ganar votos en Catalunya, Euskadi e incluso en Galicia. Pero nadie en Murcia, Cáceres o Málaga le votó por el referéndum. Le votaron a pesar de él. Pero no le perdonarán que pierda una oportunidad de cambiar la política de este país por mostrarse más soberanista que Oriol Junqueras. Y el importante capital de votos que atesora puede desvanecerse si deja pasar, por cálculo estratégico esta oportunidad.
Pero, volviendo a los míos. Lo primero es decir que los míos deberían pensar en los nuestros. Digan lo que digan los barones, baronesas y algunos otros que dan la Vara, los votantes no nos dieron el mandato de estar en la oposición. Nuestros votantes nos votaron para que gobernemos, para que transformemos la sociedad, para que revirtamos este austericidio y para recuperar el estado de bienestar y la justicia social.
Y si no tuvimos más votos (en las dos últimas elecciones perdimos más de cinco millones) habrá que ver hacia donde se escaparon. ¿Hacia el PP? Evidentemente no. Se han ido, guste o no, hacia Podemos. Por tanto no los recuperaremos facilitando la investidura de Rajoy o propiciando nuevas elecciones, en las que nuestro castigo será aún mayor. Volverán a nosotros si ven claro que hemos entendido el mensaje y ponemos toda la carne en el asador para hacer lo que quieren que hagamos, para hacer lo que tenemos que hacer.
Muchas encuestas y sondeos dicen que el 50% de los ciudadanos quieren un gobierno de coalición de PSOE y Podemos. ¿Son muchos o pocos? ¡Son los nuestros! La otra mitad son los que apoyan a la derecha. Y esto tenemos que verlo claro tanto los rojos como los morados.
Por eso la solución inteligente es un buen pacto, y la buena solución es un pacto inteligente. Y un pacto inteligente es enmarcarlo en el eje adecuado, que no es el soberanista, sino el de derecha izquierda. Y planteado así, será Podemos quien tenga la palabra y diga si quiere que haya o no un cambio real en este país.
Nosotros sabemos, y ellos también, que no es posible una solución a la griega. Es inviable y solo generaría frustración social. Pero como decíamos hace años, “menos mal que nos queda Portugal”. Si en 1974 buscábamos con interés si algún general español usaba monóculo, como el general Spínola de la Revolución de los claveles, hoy tenemos que mirar como línea a seguir el nuevo gobierno portugués. El gobierno de los avances posibles, de mejoras lentas, pero seguras y firmes. Y mejor que con apoyos externos, un gobierno de coalición. Un gobierno de coalición PSOE Podemos e incluso IU, y si es posible con apoyo de los nacionalistas.
Un gobierno con amplitud de objetivos en avances sociales pero que haga cambios realistas en función de los límites que permite la coyuntura. Y un acuerdo parlamentario para crear una ponencia constitucional que estudie la necesaria reforma de la Constitución.
Y no caigamos en la trampa de las derechas de este país. El interés general de España no lo definen ellos. No son los únicos intérpretes de lo que es bueno para el país. Lo decide la sociedad cuando vota y se expresa en la proporción del voto, y todas las opciones, gusten o no, son igual de legítimas. Y, digan lo que digan, se puede pactar hasta con los independentistas. Claro que no pactar la independencia. Pero si se les puede poner en la tesitura de decidir si apoyan un gobierno de progreso social y una reforma constitucional que blinde los derechos sociales y que amplíe, ¿Por qué no? Los ámbitos de autonomía. Y ellos dirán si sí o si no.
Somos náufragos en un bote salvavidas. Tenemos diferencias, pero tenemos que aplazarlas momentáneamente por legítimas que sean, y remar juntos hacia la orilla del progreso social.
Por eso, yo que en las primarias de partido voté en contra de Pedro Sánchez, le doy ahora el máximo apoyo para intentar un gobierno de progreso. Con todos los que quieran unirse. Excepto las rancias derechas del PP y Ciudadanos, por supuesto.
Rafa Castillo.

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