sábado, 26 de diciembre de 2015

Gobernar con los marcianos.

Desde que los antiguos griegos intentaron la cuadratura del círculo y tropezaron indefectiblemente con el número transcendente π, no había habido otro intento de tal magnitud como el realizado ayer por la baronesa socialista Susana Díaz.
Su propuesta consiste en oponerse a la reelección de Rajoy, no gobernar con el apoyo de Podemos y que no se repitan las elecciones. Descartado que el PSOE gobierne con el apoyo del PP o dé su apoyo a Podemos, solo quedan dos opciones: esperar cuatro años con un gobierno en funciones hasta que se repitan las elecciones o gobernar en coalición con los marcianos.
El domingo, al parecer, se reúnen los señores y señoras feudales con Pedro Sánchez para imponerle la propuesta que este habrá de llevar, le guste o no, al Comité Federal si no quiere salir escaldado del cónclave socialista. Y es hora ya de decir basta.
Desde la renuncia de Felipe González nuestro partido se ha convertido en un reino de taifas que ha pretendido controlar desde los poderes locales la actuación de los líderes que mediante congresos o primarias elegíamos los militantes. Y así, con actuaciones cainitas de mayor o menor pelaje nos los fuimos cargando uno a uno si no se plegaban (y plegaban la decisión de los militantes) a los intereses interesados de los barones territoriales.
Y si Felipe fue la excepción y pudo liderar el partido libre de ataduras, lo logró con un golpe de fuerza. Dimitió como secretario general y puso en marcha un congreso extraordinario en el que tuvo el respaldo claro y mayoritario de la militancia. Y desde ahí, con aciertos y algún error, dirigió claramente el partido de congreso en congreso. Porque solo un congreso puede contradecir lo que determinó el anterior.
He leído que Pedro Sánchez pretendía aplazar el Congreso hasta que se solucione la gobernabilidad de España. Si es cierto, sería un error. Si la situación del Comité Federal se hace insostenible. Lo que procede es un nuevo congreso incluso adelantado. Convocarlo, si estatutariamente puede, o forzarlo con su dimisión y la de su ejecutiva.
Solo así podría la militancia expresar su opinión sin intermediarios y establecer, creo que por mayoría aplastante, su apoyo a que Pedro Sánchez, sin atravesar por supuesto las líneas rojas que sabemos que no debe atravesar, intente la formación de un gobierno de progreso para que no sea el PSOE el obstáculo a esta alternativa y, en línea con lo explicado en mi artículo anterior, no pague electoralmente el fracaso de las negociaciones.
Para ello hay tiempo. Hasta el día 13 no se constituye el Congreso de los Diputados. Luego, sin plazo predeterminado, el Rey tendrá que consultar a los líderes de los grupos parlamentarios y proponer un candidato al Presidente del Congreso. Luego, desde el primer intento de investidura del candidato propuesto, quedarán todavía dos meses hasta que se proceda a la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Tiempo, por tanto, más que suficiente para la celebración de un Congreso extraordinario del PSOE.
Desde la legitimidad moral de no haber apoyado a Pedro Sánchez en las primarias, ¡Ánimo, Pedro! Y a por todas.
Rafa Castillo.

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