Muchos de los problemas que se plantean a nuestra sociedad no pueden
encontrar soluciones individualizadas para cada uno de ellos sino soluciones
que teniendo en cuenta la compleja situación, les den una respuesta transversal.
Pongamos un ejemplo. El paro juvenil. La solución no puede ser incentivar
la contratación de jóvenes mediante subvenciones o beneficios fiscales. Suponen
un gasto para el Estado y no incrementa ni el empleo ni la riqueza (PIB) del
país. Simplemente reemplaza un trabajador mayor, que se va al paro, por uno
joven. La solución es crear empleo, así, sin más, porque habiendo más empleo lo
habrá para jóvenes y mayores, para varones y mujeres.
El primer paso es la educación. Una educación que sobre todo en las
formaciones profesionales, técnicas y científicas, y con visión de futuro,
prepare a esos jóvenes no solo para dominar la tecnología actual sino también
para intuir y construir las tecnologías del futuro en esta sociedad en
constantes y vertiginosos cambios tecnológicos y científicos.
Propongo suprimir las subvenciones? No, en absoluto. Propongo que cumplan
su verdadero fin. Orientar e incentivar las líneas de producción que interesan
a la sociedad. Reforzar los campos de inversión emergentes y por tanto
deficitarios. Si subvencionamos la contratación de jóvenes, en el sector de la
construcción, por ejemplo, despedirán mayores, contratarán jóvenes y aumentará
el beneficio de las grandes constructoras. Lo mismo en la hostelería… y no
olvidemos en este campo un aspecto transversal de discriminación. Despedirán
camareras “viejas y feas” para contratar a “jóvenes y atractivas”. Entiéndase el
tono irónico.
Pero interesa a nuestro país volver a la noria de fiar el crecimiento a la
construcción y a la hostelería? Tengo claro que no. Es bueno que la
construcción y la hostelería crezcan, pero no que sean el motor del
crecimiento. Tienen que crecer a consecuencia del crecimiento y de la riqueza
creada por otros sectores productivos. Y me refiero, claro está, la sector
primario y al industrial. Y ahí enlazamos con otros desafíos.
La España vacía. No se va a llenar poniendo médicos y maestros en cada
pueblo, sino creando un sistema productivo que haga que los pueblos recuperen población
y haga que tener médicos y maestros tenga sentido. Hay pues que llenar los
pueblos de polígonos industriales? Por supuesto que no. Lo que hay que hacer es
volver a la agricultura, y especialmente, a la ganadería extensivas que crean
empleo y contribuyen a la mejora del medio ambiente.
Obviamente España es muy diversa y no se puede dar la misma solución en la
Andalucía de los latifundios que a la Galicia del minifundio extremo. Y
permítaseme, porque es el que mejor conozco, un breve análisis de la situación
de Galicia.
En los 70, dentro de la política del desarrollismo, se produjo un intenso
cambio en el rural gallego que hoy se ve claramente que fue para peor. Se
substituyeron árboles autóctonos, que alimentaban cerdos y a cuyo pie se
criaban rebaños de cabras u ovejas, por pinos y eucaliptos. Y se cambiaron las
vacas autóctonas, alimentadas de pasto y forraje de producción propia, por
vacas productoras de leche en base a piensos.
El problema de la leche ya lo vimos en los 80. No se puede producir leche
en cualquier sitio ya que el transporte encarece el producto y eso hace que se
pague menos al productor. Y hubo un inmenso error por parte de la Xunta. Es
cierto que las explotaciones existentes eran de supervivencia, no rentables.
Pero en lugar de apostar por explotaciones de sobre 20 cabezas con base
territorial y orientadas a la producción de carne de calidad, se hizo por
grandes explotaciones lácteas alimentadas por pienso mientras las fértiles
tierras de cultivo eran invadidas por más pinos, cuando no simplemente maleza.
Primera consecuencia? Más incendios forestales.
Y así, en un pueblo en el que podía haber 4 o 5 explotaciones rentables en
base al cultivo de hierba y forraje hay una sola láctea peleando por cada
céntimo del precio de la leche. Y claro, cinco explotaciones mantienen más
gente que una. No estará ahí el problema?
La solución no es fácil, pero queda ahí apuntada. Invertir en recuperar
cultivos, promover la concentración parcelaria y hacer valer la función social
de la propiedad, y mejorar las infraestructuras. Así regresará la gente al
campo o vendrán otros nuevos, lo que puede ser una salida para la inmigración.
Y vamos ahora con el industrial. Y aquí nos encontramos de nuevo con la
transversalidad. Ya hemos visto la importancia que en esto tiene el sistema
educativo. Además, una apuesta clara en I+D+i puede transformar un problema, el
medio ambiente, en un nicho de empleo, particularmente para los jóvenes, más
preparados en nuevas tecnologías. La necesaria evolución del sector del
automóvil hacia combustibles menos agresivos con el medio ambiente, y la
substitución de las fuentes de energía contaminantes por fuentes limpias, puede
ser causa de creación de empleo y poner a nuestro país en la cabeza de una
nueva revolución industrial.
Y en todo caso esto exige una política activa por parte del Estado. Una
política de subvenciones y/o beneficios fiscales, no indiscriminada, sino
orientada a incentivar aquellos sectores, en principio deficitarios, pero
estratégicos en la defensa del medio ambiente, de un crecimiento económico
sostenible y de mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Y, además,
creando empleo de calidad.
Rafa Castillo.
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