Las tres derechas que
padecemos compiten a cual nos oferta la mayor bajada de impuestos. Y esta es
una cantinela que siempre alegra los oídos del votante. Pero ojo, analicemos si
de verdad nos conviene. No siempre lo más agradable es lo mejor, y muchas veces
es más conveniente una intervención quirúrgica que los paños calientes.
Observemos con detalle en
primer lugar el paquete que nos ofrecen. Reducir el tipo máximo marginal del
IRPF, reducir el impuesto de sociedades, suprimir el impuesto sobre el patrimonio,
el de sucesiones y el de actos jurídicos documentados.
Es decir, reducirán los
impuestos a los beneficios del capital, pero no a los del trabajo. Porque la
reducción del tipo marginal del IRPFsolo beneficia a las rentas más altas, pero
no a las de los trabajadores y clases medias, excepto, tal vez, al nivel más
alto de estas.
Justifican la supresión del
impuesto de sucesiones diciendo que nos hace pagar por lo que ya pagaron
nuestros padres. Y es cierto, pero analicemos la naturaleza de este impuesto.
Para empezar tengamos en cuenta que, dependiendo de las comunidades autónomas,
un tramo de la herencia (entre cuatrocientos mil y un millón de euros por cada
progenitor) ya está exenta. Luego la supresión propuesta solo beneficia, una
vez más, a las herencias más altas.
Pero el objeto de este
impuesto es realmente reequilibrar (por desgracia escasamente) el punto de
partida de cada ciudadano. Dicho de forma clara, disminuir las diferencias
entre quien nace rico y quien nace pobre. No habría, por el contrario, que elevar
dicho impuesto de forma progresiva para las herencias más altas?
En conjunto, que
consecuencia tiene esa reducción de impuestos? Que quien más tiene pague menos
y en consecuencia el Estado tenga menos ingresos. Y eso solo tiene dos
soluciones. O aumentar el déficit, cosa que no quieren y además sería malo, o
recortar el estado de bienestar, las prestaciones que recibimos los ciudadanos.
Esto implica recortes en la
sanidad, la educación y la dependencia por ejemplo y reducción de las
pensiones. Lo que nos obligará a acudir al sector privado con el
correspondiente pago. Es decir. Lo que las clases altas ahorran en impuestos lo
pagaremos los trabajadores y clases medias por servicios del sector privado.
Genial.
Y si no recortan mucho los
servicios aumentarán las tasas con el conocido copago. Hagamos una cuenta
rápida. Un 1% de reducción en el IRPF supone 10€ para el que gana mil y 1.000€
para el que gana cien mil. Si los copagos a que tenga que atender (sanidad y
medicamentos, colegios…) son 100€ para cada uno, adivinad cual pierde 90€ y
cual gana 900…
Por el contrario, lo que
hace falta es una auténtica y decidida reforma fiscal acorde con lo que la
Constitución llama Estado Social y con el fin social de la propiedad que
establece.
Una reforma que haga más
progresivo el impuesto sobre la renta. Elevando los mínimos exentos, para
beneficiar las rentas más bajas, y aumentando los tipos diferenciales más
altos, para que quien más tenga contribuya más.
Una reforma que haga más
progresivo el IVA. También este impuesto puede serlo. Volviendo al tipo
superreducido los productos de primera necesidad y estableciendo un tipo más
elevado para aquellos productos que puedan considerarse de lujo. Un choche
puede ser una necesidad, un Ferrari, no.
Una reforma que, eso si,
reduzca las tasas por los servicios básicos y de primera necesidad.
Una reforma que tenga en
cuenta que no podemos conformarnos con el Estado de Bienestar que tenemos, sino
que debe crecer. Mejores prestaciones a los dependientes, mejor material escolar
(informático…) para los estudiantes. Nuevos equipos avanzados y más y mejores
pruebas en sanidad.
En definitiva, lo contrario
de lo que nos ofrecen los del trifachito.
Rafa Castillo.
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