domingo, 8 de noviembre de 2015

El saben aquel que diu...

El saben aquel que diu…? Así empezaba los chistes aquel humorista siempre serio, siempre de negro con su cigarrillo y cubalibre con naranja. Y hoy me viene a la memoria uno de sus chistes que paso a resumir.
Se trataba de un aprendiz de barbero que afeitaba un cliente. Le hizo varios cortes, y tras cada uno el jefe le arrojaba algo (el jabón, las tijeras, un taburete…) el mozo se agachaba y los objetos impactaban en el cliente. Finalmente le cortó una oreja de cuajo y el cliente le dijo: písala nen, que no la vea aquel señor!
Viene esto a cuento da casos de actualidad como el de la Volkswagen u otros recientes como cuando la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia descubre fraude en los precios de eléctricas o petroleras por acuerdo entre las empresas.
Todos estos fraudes tienen como primera consecuencia un rápido aumento en las ganancias de la empresa. Ganancias que se traducen en suculentos ingresos para los gestores y los grandes accionistas. Pero el problema para los demás empieza cuando se descubren. Se sanciona a las empresas. Los directivos siguen cobrando o dimiten llevando consigo una importante indemnización. Y para pagar la sanción las empresas recortan las inversiones, despiden al personal o, sin necesidad ya de ponerse de acuerdo, suben los precios para pagar la sanción sin perder dinero.
La mayor condena que se le podía hacer a un ciudadano de las polis griegas era la condena al ostracismo. Desaparecer de la sociedad y perder los derechos ciudadanos. Ser condenado al olvido. Y eso había que hacer con esa clase empresarial desalmada que no duda en multiplicar sus beneficios sin tener en cuenta las nefastas consecuencias que sus acciones causan a la sociedad que les permite desarrollarse. Sin temor a ser criticado por exagerado, lo que algunos practican es un auténtico terrorismo social. Terrorismo que destruye las escasas pertenencias de los ciudadanos y que pone en quiebra toda la estructura social. Que no mata con bombas, pero si con miseria.
Por eso es necesario un cambio legislativo que haga que las malas prácticas empresariales las paguen no las empresas sino los gestores que las practican y quienes se benefician de ellas. Y si un ciudadano puede ser desahuciado de su casa por no poder (ojo, no por no querer) pagar la hipoteca, e incluso se le puede embargar parte del sueldo, ¿por qué no se va a poder desahuciar de sus riquezas y pingües beneficios a quien roba a la sociedad? Y de paso a los que se enriquecen con la corrupción, la otra lacra social que nos empobrece a todos.
Se dirá que no es fácil, que tendrán sus bienes a nombre de testaferros. Bien. Pues que no puedan usarlos. Que, como condenados al ostracismo, se les prive la posibilidad de que los testaferros les presten el uso de los bienes a su nombre. Si alguien les “presta” un chalet de lujo o un cochazo… expropiado. Si comen en un restaurante de alta categoría… de patitas en la calle y a comer hamburguesas. Que no puedan disfrutar en absoluto de lo robado. Que a nadie le merezca la pena volver a hacerlo.
Y mientras, mientras no se tomen medidas de este tipo, por favor, que no se investiguen los fraudes, que nos será peor.
Pisa la oreja, nen, que no la vea aquel señor.
RaFa Castillo.

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