miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hay que repetir las elecciones catalanas.

Ya sé que aún no se celebraron las elecciones, y no escribo este artículo pensando en publicarlo después del 27. Tampoco me he vuelto loco. Pero desde ya estoy convencido de que hay que repetir las elecciones catalanas.
Y baso esa opinión en que, estando seguro de que el 99% de los catalanes saben lo que quieren votar, idéntico porcentaje no sabe lo que vota. Es decir, votarán con el corazón pero totalmente aislados de la razón.
Así como el que no quiere, pero queriendo, Artur Mas convoca unas elecciones autonómicas que no son autonómicas. Que no son oficialmente plebiscitarias pero las considera como tales, pero al mismo tiempo un plebiscito en el que no se cuentan votos sino escaños y en el que una mayoría de un escaño, que no podría cambiar una coma del Estatut, puede derogarlo.
Y, como aquí se trata de que piensen las vísceras, anima a los catalanes a votar la independencia de una Catalunya, que por el hecho de serlo se convertirá en la Arcadia feliz, la nueva jauja del siglo XXI, donde desaparecerá el paro, aumentarán sueldos y pensiones y hasta se acabará, así porque sí, la violencia de género. No nos extrañe que en lo que queda de campaña acabe emulando a Moisés y nos diga que el Ter será de leche y el Llobregat de miel. Pero ni una sombra de problemas para el nuevo estado y sus ciudadanos.
Y por el otro lado tenemos al PP que también convierte en plebiscitarias las elecciones y se oferta como única alternativa para preservar la unidad de España. Pero la costumbre de Rajoy de ponerse de perfil ante los problemas lo llevó a ignorar la situación hasta el último momento y no abrir un debate sosegado sobre las consecuencias de la situación. De modo, que ahora, cuando se hacen análisis serios sobre los problemas, suenan a simples amenazas por llegar tarde y mal. Claro que puede que los populares lo que busquen sea suplir el recurso a ETA de pasadas elecciones por el de la independencia para así garantizarse las elecciones generales en las que ya no se hablará de crisis, paro y pérdida de derechos, sino de la unidad de España.
Y además, todas las razonables advertencias que se hacen acaban de ser echadas por tierra por el ínclito Mariano. El número uno en la carrera de derecho y las oposiciones a registrador se presenta a una entrevista (cuanto mejor le hubiera ido en el plasma) sin saberse la lección, y toda su carrera y su “defensa” de la Constitución no le sirven para saber que nadie puede ser privado de su nacionalidad española de origen. Al final Marianico no tiene plan B. Ni plan A.
Y claro, como a río revuelto ganancia de pescadores, esta metedura de pata garrafal del presidente la aprovechan los independentistas para descalificar toda la argumentación sobre las consecuencias no deseadas de la declaración unilateral de independencia. Y mienten de nuevo.
Porque aunque los catalanes sigan siendo españoles, Catalunya no lo será, ni tampoco será europea. La cuestión es si los catalanes, para seguir siendo españoles tendrán que renunciar a ser catalanes. Si España no reconoce al Estado Catalán, no habrá convenio de doble nacionalidad. Entonces, si un ciudadano adquiere la nacionalidad catalana, ¿debe entenderse que renuncia a la española? Cito solo, sin entrar en su análisis que dejo a más entendidos, el segundo párrafo del artículo 24.1 del Código Civil: La adquisición de la nacionalidad de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal no es bastante para producir, conforme a este apartado, la pérdida de la nacionalidad española de origen. Luego, a sensu contrario…
Ahora bien. Los elementos que definen un Estado (que no es lo mismo que una Nación) son el territorio, la población y el poder. Y es posible que el pretendido nuevo estado carezca de uno de sus elementos definidores, la población.
En efecto, la eventualidad de perder la ciudadanía española y el estatus de ciudadano europeo, puede llevar a la mayoría de los catalanes a no solicitar esa nacionalidad. Curiosamente, como españoles residentes en el extranjero podrían votar en las elecciones españolas, pero no en las catalanas. Mantendrían el estatus de ciudadanos europeos que no tiene ningún valor en países no comunitarios, como en este caso Catalunya. Y serían extranjeros en su propio estado.
Al final Catalunya sería un estado poblado por siete millones y medio de extranjeros y tres ciudadanos catalanes. Oriol Junqueras por convencimiento. Artur Mas porque tan desbocado ya no sabe a dónde va. Y Jordi Pujol que se apuntará a ver si con la proclamación del nuevo estado le dan una amnistía.
Rafa Castillo.

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