El pregón es la promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan. Por tanto, si el pregón anuncia las fiestas de la ciudad, de interés para todos los ciudadanos independientemente de que incluyan o no actos litúrgicos, la opinión del arzobispo no debería tener más valor que la de cualquier vecino de Pucela.
Si, en cambio, el pregón es del propio acto religioso en si, entonces es lógico que la Vicepresidenta no lo haga. Ni ella ni ningún representante del gobierno de todos los españoles, de este o de los anteriores. No tiene quien nos representa porqué participar en nombre de todos en un acto de una confesión religiosa concreta y menos cuando las reglas que la rigen no superarían los mínimos exigibles para ser inscrita en un registro de asociaciones.
A ver cuando asumimos de una vez y sin complejos que somos un estado aconfesional y empezamos a avanzar a ser un estado laico.
Rafa Castillo.
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