miércoles, 3 de noviembre de 2010

Y perdió Obama.

Cuando hace más de dos años se disputaban las primarias para elegir al candidato del partido demócrata de Estados Unidos, reconociendo que me gustaba más Obama pero que sus propuestas eran demasiado utópicas, mi deseo era una victoria de Hillary Clinton, mayor que él, lo que, haciendo vicepresidente a Obama podría garantizar 16 de gobierno demócrata por la norma sin sentido que impide a un presidente repetir más de dos mandatos.
Además veía difícil que un candidato negro ganase en aquel país. Pero cuando vi su victoria me emocioné y me entró una gran esperanza si podía cumplir la cuarta parte de sus promesas. Y Obama no me defraudó. Junto a sus reformas sociales en el interior, su política exterior, fundamental en el país que domina el mundo, fue un giro copernicano respeto a la de George W. Busch.
El dialogo, dentro de la firmeza, sustituyó a la amenaza y la arrogancia, el multilateralismo al bilateralismo desequilibrado y dominante, la cultura de la paz a la beligerante de las listas negras. Se comenzaron políticas medioambientales, tímidas pero positivas, sustituyendo la visión economicista de su antecesor.
Es pronto aún para analizar las causas de esta derrota. Tal vez, estos que para nosotros resultan tímidos avances fueron demasiado radicales para una sociedad como la americana tan individualista, partidaria del estado mínimo, de la iniciativa privada y contraria a la intervención estatal.
O tal vez, como ya pasó en algunos países europeos y las encuestas anuncian que pasará en los otros, los ciudadanos culpan de la crisis a los gobiernos la hayan originado o no. Quien sabe. Puede que los yanquis hayan elegido hace dos años a Obama para tener un negro a quien culpar de los desastres de Busch.

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