martes, 9 de noviembre de 2010

Anticlerical

Pese a que no lo esperaba, vino y no fue un invitado grato. Vino a darnos lecciones de moral y a decirnos como tenemos que gobernar nuestra casa. Por suerte no nos impuso nada, pero fue porque no podía.
Y nos llamó anticlericales comparando la actual sociedad española con la de la II República. Es cierto que en esta determinados grupos (ojo, remarquemos, no el Estado como tal) mataron algunos curas. Claro que eso ya pasó en el siglo XIX durante el gobierno absolutista de Fernando VII o durante la Regencia, sin que se pueda tampoco achacar a los gobernantes. La realidad es que, sin que signifique en absoluto justificar ningún asesinato, en el siglo XIX los liberales atacaban al clero porque este encabezaba, dirigía y apoyaba las partidas absolutistas, y en la República (señalar que la mayoría de los asesinatos se produjeron ya empezada la guerra en las zonas no ocupadas) la iglesia animaba y apoyaba los intentos golpistas llegando a bendecir como cruzada la revuelta de Franco.
Pero el jefe del estado Ciudad de Vaticano se equivoca. Téngase la precaución de nunca alterar el orden de esas palabras y llamarle ciudad estado pues sería una gran ofensa a las polis griegas, cuna de las libertades.
Decía que se equivoca por que la situación actual es muy distinta. Claro, eso sí, que la iglesia sigue en sus trece de imponernos su “moral” a todos. Pero, a diferencia de los liberales o los republicanos la sociedad actual a optado por la indiferencia o el desprecio, manteniéndose un anticlericalismo pacífico e intelectual en una minoría de gente comprometida.
Pero el anticlericalismo no es una postura reciente. Ya era anticlerical el humanista cristiano del Renacimiento Erasmo de Rótterdam. O los gibelinos en su enfrentamiento con los güelfos en tiempos de Dante. Alguien tan poco sospechoso como San Antonio de Padua predicó públicamente que mientras Cristo había dicho "apacienta mis ovejas", los obispos de su época ¿qué diría de los de ahora? se dedicaban a ordeñarlas o trasquilarlas, y San Bernardo escribió que el Papa no parecía sucesor de San Pedro, sino de Constantino. El mismo Jesucristo (su teórico fundador y cuya doctrina prostituyen habitualmente) estableció claramente la separación entre iglesia y Estado (dad al Cesar...)
Tan poco anticlerical es el Estado que sigue en vigor el concordato de Franco con pequeñas modificaciones hechas en la transición y que consistieron en la renuncia por parte del Estado a diversos privilegios que la iglesia había dado al dictador como participar, por ejemplo, en la designación de los obispos. Y se les sigue pagando y más y mejor.
Y hora es ya de decir que esto tiene que irse acabando. Primero lo de mantenerla a cuenta del Estado. Porque habrá gente de buena fe que piensa que lo que el Estado da a la iglesia cuando en la declaración de la renta va para los pobres. Que no se engañen, va a los sueldos del clero cuando no a indemnizar a las víctimas de la pederastia de algunos, pocos, de ellos. O la los turbios negocios de la Banca Vaticana. O a engrosar Gescartera.
Y luego, lo de las ingerencias en la vida civil, pretendiendo imponer sus complejos sexuales a toda la sociedad. Y cada vez con mayor virulencia. No voy a ser yo quien niegue el derecho de ningún ciudadano o conjunto de ellos a opinar sobre cualquier cosa en política. Y la iglesia también. Sin duda. Pero tiene dos opciones. O seguir la doctrina de Jesucristo (a veces dudo que se acuerden de quien era) y dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, es decir, actuar en política como individuos, pero dejar la institución al margen, o si utilizan la iglesia para hacer política, tendrán que acostumbrarse, como todos los actores políticos, a ser también sujetos de críticas.
Y que nadie se escandalice de que un ciudadano, un partido, un gobierno o un parlamento defina a ese extraño país como una dictadura totalitaria, homófoba y misógina, con un gobierno oligárquico y corrupto que vive en el lujo dilapidando el dinero al que deberían renunciar a favor de los pobres si siguieran las doctrinas del Cristo ¿recordarán quien es? Pero ya sabemos, tienen votos de obediencia (aunque no respeten el poder civil) de pobreza (salta a la vista) y de castidad (...)
Y después viene la diplomacia vaticana. Decía hace unos días Felipe González que “en las luchas de poder las relaciones son subterráneas: las cuatro quintas partes, como en el iceberg, no se ven. Hay excepciones como la del Vaticano, donde todo es subterráneo”.
Independientemente de eso, parece que cuentan con una especie de patente de corso. Todos los estados, ricos o pobres, poderosos o no, confesionales o laicos, con sociedades mayoritariamente católicas o islámicas o hinduistas tienen que tenerles respeto, pero ellos pueden criticar urbi et orbi. Y los demás guardar un respetuoso silencio.
Y así viene el dictador a ingerir en los asuntos internos de nuestro país y criticar las leyes que soberanamente nos damos. ¿Qué diríamos si eso lo hiciese otro jefe de estado, aunque fuese democrático? Ya no digamos si fuese otro dictador.
Claro que esto tiene causa en la hipocresía de los clericalitas internos que refuerzan su posición y debilitan la independencia del Estado.
Los mismos que critican al Gobierno por no ser firme con las declaraciones de Castro, Chávez o el Rey de Marruecos, aplauden como críos en un circo los exabruptos del papa.
Otro claro ejemplo son las recientes intervenciones de Félix Pons o Durán i Lleida criticando a Zapatero por ir a la oración con Obama y no a la misa de Ratzinguer. Y yo veo una gran diferencia entre ambos actos.
La misa tiene algo de ritual mágico donde se repiten siempre las mismas palabras como un abracadabra que produce un milagro. Y más antes cuando era en latín. La única parte variable es la lectura de los mismos textos y un sermón que pronuncia el que oficia sin que los demás asistentes puedan hacer más que repetir como papagayos amén y otras frases hechas. Ni derecho de réplica ni turno por alusiones. Ni ponencias ni enmiendas. Yo no quiero que el presidente del gobierno de mi país, sea quien sea, pero que me representa, se vea sometido a esa humillación por parte del tiranuelo vestido de blanco con un pensamiento en muchas cosas más cercano a los ayatolas que a la sociedad en (y de) la que viven y dicen servir.
Lo del National Prayer Breakfast (desayuno nacional de la oración) de USA tiene un matiz diferente. Zapatero no fue como oyente o convidado de piedra. Fue como ponente y allí pudo exponer sus ideas, defendiendo mismo y dentro del respeto el laicismo y su visión de la justicia social. Sutil diferencia, ¿verdad?
En fin. ¿Qué le vamos a hacer? Soy anticlerical. Pacífico, pero anticlerical.

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