La causa principal del cambio climático es el aumento del nivel de CO2 en la atmósfera. Desde la desaparición de los dinosaurios al descubrimiento del fuego por la humanidad el nivel fue aceptablemente constante. Naturalmente había incendios puntuales, pero nada que no pudiese equilibrar la flora existente. Fuego y animales producían CO2 que las plantas hacían desaparecer.
El
problema es que los humanos hacemos aflorar a la atmósfera en carbono enterrado
en forma de carbón y petróleo. Y su combustión genera el exceso de anhídrido
carbónico. Es urgente pues no reducir, sino hacer desaparecer esta combustión
de carbono de origen mineral. En cuanto a la combustión vegetal, si es moderada
puede lograrse en equilibrio entre el anhídrido producido y la fotosíntesis de
las plantas, ya que no incrementa la cantidad de carbono.
Respecto
al carbono aflorado a la atmósfera por los combustibles fósiles, en necesario
retirarlo de la circulación. Para ello no es solución la intentada en la pasada
década de enterrar depósitos de CO2. Además con el peligro ya
sufrido de provocar terremotos que podrían romper los propios depósitos. Hay que
drenar el exceso del CO2 en la superficie, en forma de vegetación, y
concretamente de árboles, que lo almacenan en su madera.
Y
hay que analizar las alternativas limpias de energía. Tanto estáticas como de
movilidad.
En
las estáticas tenemos las individuales y las generales. Las individuales son
difíciles de aplicar excepto en casas unifamiliares donde pueden combinarse la
calefacción por bomba de calor, aereotérmica o geotérmica, o termosolar, con el
autoabastecimiento, al menos parcial, de energía fotovoltaica. En todo caso la
generación pública de electricidad a través de las empresas eléctricas tiene
que ser básicamente a través de fotoeléctrica o aereoeléctrica mediante molinos
de viento. Y para las horas sin sol y viento, por combustión de hidrógeno como
veremos más adelante.
La
movilidad terrestre, excepto del ferrocarril que funcionaría con electricidad,
puede tener dos alternativas. Motor eléctrico o de hidrógeno. El eléctrico, por
el que parece apostarse en la actualidad tiene grandes problemas. El enorme
peso de las baterías, las escasas reservas de Litio y la relativamente poca
autonomía combinada con un tiempo largo de recargo. Esto podría solucionarse
cuando la técnica permita recubrir o substituir la chapa de los vehículos por
pequeñas placas solares.
El
motor de hidrógeno tiene un problema que resolver, la seguridad. Efectivamente con
el hidrógeno el riesgo de explosión es grande. Pero solucionado por la técnica
este problema, tenemos una fuente de energía eficaz, fácil de transportar y
totalmente limpia. En efecto el hidrógeno se obtiene de la electrolisis del
agua, y su combustión produce agua. Y la cantidad de oxígeno que consume es
igual a la liberada en la electrolisis. Y cero carbono y metales pesados.
La
crisis que padecemos actualmente por la COVID necesita de fuertes inversiones
para relanzar la economía. La visión inteligente es convertir el problema que
tenemos en una oportunidad para encauzar esa inversión en las líneas indicadas.
Menos
para los negacionistas, claro.
Rafa Castillo.
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