lunes, 7 de febrero de 2011

Las Horcas Claudinas.

Cuando en el año 321 a.c. los samnitas tenían acorraladas varias legiones romanas (unos 50.000 soldados) incluidos los dos Cónsules en las Horcas Caudinas, su comandante, Cayo Poncio pidió consejo a su padre sobre que hacer con los romanos. Este le dijo, suéltalos o mátalos a todos. Si los sueltas desarmados, podrás obtener su respeto. Si los matas Roma quedará debilitada por muchos años.
Al final Poncio desoyó los consejos e hizo pasar a los romanos bajo una lanza para lo que tenían que inclinarse y vestidos solo con una túnica. La venganza romana de esta humillación fue la que cabía esperar.
También en el refranero español se recoge la expresión “a enemigo que huye puente de plata” atribuida a Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán en la conquista de Nápoles.
Viene esto a cuenta de la actual situación de la política española tras la tregua de ETA y la presentación de los estatutos de la nueva formación abertzale. La experiencia nos dice que de ETA no nos podemos fiar y por tanto hasta su desaparición total como tal, policías, fiscales y jueces no deben cejar en su detención, juicio, y eventualmente, condena.
Respecto a los abertzales la solución es clara. La que ya ha adoptado el Gobierno de España: remitirlos al Fiscal General del Estado y al Abogado del Estado para que estudien la procedencia de someter a los jueces la posibilidad de ilegalizar la formación.
Por eso es ya desesperante e insultante ver individuos como Mayor Oreja y Esperanza Aguirre acusando al Gobierno de tener un pacto con ETA. ¡Ya está bien! Acusan al Gobierno para responsabilizarlo de una eventual resolución judicial favorable a los abertzales. Porque en un estado de derecho sólo los tribunales pueden ilegalizar. Nada puede hacer en esto el gobierno. Naturalmente, y dentro de los límites constitucionales, los gobiernos y parlamentos pueden establecer en las leyes las condiciones de legalidad, pero si en los últimos años la Ley de Partidos y todas las reformas legislativas posteriores sobre este tema se aprobaron por consenso, en todo caso, todos son igual de responsables.
Pero es que además, este proceso puede terminar con la disolución de ETA. Aunque sean unos miserables sin paliativos, ellos necesitan para dar el paso definitivo salvar un poco la cara ante su parroquia. Y en estas circunstancias no sería de extrañar un escenario en el que tras entrar en las instituciones vascas justificasen su disolución “ahora que hemos logrado imponer nuestro regreso...”.
En fin. Que podemos, como Poncio, elegir. No dejarles ninguna salida con lo que reaccionarán como ratas acorraladas, o, sin renunciar a la acción de la justicia, favorecer una solución de paz y concordia en Euskadi y España.
Y que nadie se rasgue las vestiduras si, directos o indirectos, hay contactos, nunca negociaciones, con ETA. Al fin de alguna manera habrá que ponerse de acuerdo sobre donde y cuando depositar las armas y como comprobar el desarme.
Y por cierto. Si para ser legalizados los abertzales tienen que condenar naturalmente el terrorismo etarra, ¿no nos hemos olvidado de exigirle a alguien que condene el terrorismo franquista?
Rafa Castillo.

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