Y es una derrota grave no solo por su magnitud y por seguir marcando una caída sin fin a un pozo profundo, sino por que se produce en una situación en la que objetivamente el PP tendría que llevar un fuerte castigo. Y es cierto que lo llevó. El PP perdió más de 106.000 votos, el 14% respecto a sus resultados del 2009. Pero es que nosotros perdimos el 39% de los votos, casi 190.000.
Simplemente, si no hubiésemos perdido votos y sin recoger ni uno solo de los perdidos por el PP el resultado hubiese sido 33-27-6-9 lo que supondría una severa derrota del partido popular, un cómodo gobierno para el conjunto de la izquierda y un serio aviso a Rajoy respecto a sus políticas restrictivas.
Alguien preguntaba la noche del domingo donde estaba la gente de las manifestaciones. Porque ahí está lo grave. Se equivoca Feijoo si piensa que esta es una gran victoria. Se equivoca Rajoy si cree que es un espaldarazo a su política de recortes. La gente no está contenta. Lo que ocurre es que no ven en nosotros, ni en el BNG, la bandera que seguir. No estamos ofreciendo la alternativa que necesitan. Por eso, cuando ven una nueva oferta, muchos corren hacia ella.
Todo esto implica una reflexión serena y muy profunda. Nos equivocaríamos si lo planteamos como un problema de liderazgo. Es un problema de falta del proyecto adecuado y de credibilidad para presentarlo. Mal haríamos si convocásemos un congreso urgente para aprobar un documento que ninguno ha leído y nombrar un nuevo líder o ratificar al mismo.
Y alguien vendrá que nos sustituya.
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