martes, 26 de julio de 2022

4 problemas y una solución.

Enumeremos, en primer lugar, varios de los problemas que, global o localmente, nos afectan. El cambio climático, los incendios forestales, la despoblación rural y la migración. Y analicemos posibles soluciones.

La despoblación no tiene una solución fácil. Se habla muchas veces de polígonos industriales, mejora de servicios públicos e infraestructuras y otras soluciones similares. Es cierto que los servicios e infraestructuras hay que mejorarlas, también por los que aún vivimos en el campo. Y eso evitará más abandono, pero no traerá nueva población.

Tampoco los polígonos industriales son la panacea. En primer lugar porque no puede haber tantos como ayuntamientos. En segundo porque las necesidades de las empresas son muy complejas según su naturaleza. No solo terreno barato y dotado de servicios. También la existencia de mano de obra cualificada y la presencia de más empresas que generen sinergias, y eso solo lo encuentran en las ciudades.

Por su parte el problema de los incendios no se resuelve solo con medios. Nunca se tendrán los suficientes cuando, como estas semanas pasadas, se producen numerosos incendios simultáneos. Y además, sería muy caro.

Es habitual decir que los incendios se apagan en invierno. Y es cierto. El desbroce y la limpieza del monte son fundamentales para evitar incendios, y para que, si se producen, sean fáciles de controlar y extinguir. Solo que yo discrepo sobre la forma de realizar esos desbroces.

En 1492, después de vencer a los árabes, los Reyes Católicos comenzaron la colonización de América. En 1939, después de vencer a los republicanos, los fascistas decidieron que había que colonizar… España! Curiosamente, quienes decían que España es la nación más antigua del mundo pensaron que había que colonizarla. Y así crearon el Instituto Nacional de Colonización.

Es cierto que zonas de Castilla y Extremadura eran manifiestamente mejorables y había que realizar en ellas transformaciones que mejorasen su capacidad productiva, e incluso establecer nuevos asentamientos humanos en zonas despobladas.

Pero nada justifica que los tecnócratas del Opus Dei entrasen a saco en el rural gallego. Y así el desarrollismo consistió en cambiar la estructura de producción en lugar de mejorarla, lo que seguramente sí sería necesario.

Y así se talaron los árboles autóctonos y se substituyeron por pinos y eucaliptos de crecimiento rápido. Pero con los árboles se fueron los rebaños de cabras y ovejas que pacían debajo. Y se dejó de alimentar el cerdo celta substituido por el cerdo de York, menos graso, pero de menor calidad.

Se introdujeron de forma indiscriminada las vacas de producción láctea desplazando la inmejorable rubia gallega, y haciendo del pienso la base de la alimentación animal en lugar del pasto o el forraje de producción propia.

Y en lugar de explotaciones dimensionadas a los recursos naturales, que naturalmente deberían ser mayores que las preexistentes, se establecieron macroexplotaciones cuyos titulares ya no trabajan la tierra sino que dan alimento a sus animales en una suerte de cadena de producción de alimentos.

Y así el campo se fue abandonando.

La solución es compleja. Y lleva tiempo. Pero se debería empezar ya. Y la solución pasa por la paulatina repoblación del monte con especies autóctonas. La vuelta de los rebaños a la sombra de los árboles. La sustitución de las explotaciones intensivas por las extensivas. En definitiva, la solución no pasa por los sectores secundario o terciario. Nadie abre un bar donde no hay gente. Hay que empezar por el sector primario con una nueva política agraria. Con una ambiciosa reforma agraria.

Esto si fijará población. Con el campo habitado, si se crearán empresas de servicios. Y en algunos lugares, industrias.

Y como valores añadidos, habrá trabajo para migrantes. Y se evitarán muchos incendios forestales. Y colaboraremos, modestamente, a revertir el cambio climático.

Un saludo a los xenófobos, conspiranoicos, negacionistas y demás terraplanistas.

Rafa Castillo. 

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